En la sede de un Instituto de Ciudad de México, dedicado desde hace treinta años al estudio de la Doctrina Social Cristiana, sus palabras resonaron con convicción. El diálogo con los grupos criminales de su región “ha funcionado, la violencia ha disminuido, y además se han planteado proyectos para reforzar la construcción de la paz”, afirmó Salvador Rangel Mendoza, obispo de Guerrero, uno de los Estados más violentos de México con un índice de homicidios superior al promedio nacional, donde secuestraron y asesinaron a 43 estudiantes en la localidad de Iguala, a 200 kilómetros de Ciudad de México en septiembre de 2014, y donde continuamente se descubren nuevas fosas comunes de desaparecidos ajusticiados por el narcotráfico.
En una reciente conferencia de prensa sobre el aporte de la Iglesia a la construcción de la paz, el obispo señaló que la violencia contra los candidatos en el actual proceso electoral ha disminuido y eso se debe, en su opinión, al diálogo que él mismo declara haber sostenido con grupos criminales. “Sí me he relacionado con estas personas - confirmó sin reticencias – porque los mismos candidatos me han pedido que hable con ellos para que los dejen hacer su campaña política”. Rangel Mendoza admitió que mataron a dos candidatos en Chilapa, su diócesis, uno del Partido Revolucionario Institucional, en el gobierno con el presidente Peña Nieto, y otro del Partido Revolucionario Democrático de Andrés Manuel López Obrador, a quien las encuestas dan como ganador en las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio. “Pero fueron motivos distintos a lo de la campaña y creo que hasta ahorita está funcionando”, afirmó. El obispo señaló también que se construyeron dos parroquias en el municipio de Tlanicuilulco, donde tiene su sede el grupo criminal “Los Ardillos”, y en la localidad de Filo de Caballo, un conocido punto de cruce de droga.
Ante el auditorio congregado en el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imsodoc), Rangel Mendoza se pronunció a favor de una amnistía, pero que debe ser “restringida”, aclaró en seguida, para el caso de los campesinos que siembran amapola porque no tienen otra cosa para sobrevivir. «Yo siempre he hablado de una amnistía, pero yo le llamo restringida, porque creo que Jesús nos dio una amnistía general a todos, nos dio una oportunidad a todos. Creo que a aquellas personas que quieran cambiar de vida, hay que darles una oportunidad. Yo sobre todo voy a la sierra y a la montaña, donde siembran la amapola, gente que por necesidad, para sobrevivir, no tiene otra cosa (…). Legalmente estos campesinos están quebrantando la ley, creando un estupefaciente. Y no se me hace justo que se les aplique la ley a estos campesinos si el Estado no les ha dado otra oportunidad. En ese sentido yo he dicho que sí se puede aplicar la amnistía”, aclaró Rangel.
Los que lo conocen saben que no es la primera vez que el obispo de Chilpancingo Chilapa hace este tipo de declaraciones. En el mismo sentido habló con la agencia Associated Press cuando asesinaron a los sacerdotes Germaín Muñiz García, de 39 años, párroco de la pequeña localidad minera de Mezcala, e Iván Añorve Jaimes, de 37 años, párroco de Sagrada Familia en San Marcos, arquidiócesis de Acapulco. Ambos habían sido acribillados por sicarios en la ruta que une Taxco con Iguala, el famoso municipio donde desaparecieron los 43 estudiantes en 2014. En aquel momento Salvador Rangel dijo cándidamente que había hablado “con los jefes de estos grupos para proteger a los sacerdotes, las religiosas y los seminaristas”. “Si el gobierno dialoga con ellos (los traficantes de droga) para simplemente delimitar los territorios, para que no se invadan unos a otros, sería una manera de poder empezar a sembrar un poco de paz en esta tierra”, agregó con convicción.
Entrevistado por el periodista Rodrigo Vera del principal semanario mexicano, Proceso, monseñor Salvador Rangel Mendoza declaró una vez más que “La Iglesia siempre ha promovido el diálogo, porque sin diálogo no puede haber paz. Por eso es necesario dialogar con la gente que se dedica al narcotráfico, pero sin hacer ninguna concesión. ¡Dialogar, no pactar!” insistió con fuerza temiendo ser malinterpretado. En cuanto a los objetivos de ese diálogo, el obispo los resumió en estos términos: “Sobre todo evitar tantos asesinatos, secuestros, extorsiones y demás atropellos. Es necesario hablar para detener este terrible baño de sangre, sobre todo de gente inocente”.