Desde hace algunas semanas en México crece y se expande una especie de palabra de orden “revolucionaria”: lo importante, escriben y dicen muchos, es sacar definitivamente del poder al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó, en un primer período entre 1929 y 2000, durante 71 años, y últimamente otros seis años con el presidente saliente Enrique Peña Nieto (2012-2018). Para un amplio sector de la opinión pública mexicana, probablemente mayoritaria, el PRI es la “fábrica y fuente” de todas la corrupciones que favorecieron el narcotráfico y las múltiples formas de criminalidad organizada que han destruido el país. El diagnóstico es despiadado: el PRI es la mayor ilegalidad ambiental, dentro de la cual ha nacido y crecido “el otro México”, el de la violencia inaudita, el crimen generalizado, la corrupción elevada a sistema indiscutido, la mentira como técnica de gobierno y la manipulación metódica de la opinión pública. Muchos agregan que derrotar al PRI es mucho más que acabar con el dominio de un partido. Derrotar al PRI es la única posibilidad de salvar a México.
Si gana Andrés Manuel López Obrador, más conocido por la sigla AMLO, político experimentado que ya fue candidato presidencial en otras oportunidades y hombre de la izquierda socialdemócrata en el panorama nacional, cambiarán muchas cosas fundamentales en México y también en América Latina, porque el rol de México en la región es determinante. Un triunfo de AMLO abriría una nueva página en la historia reciente del país y de la región y en las relaciones con Estados Unidos (vale decir con Trump). Todo lo cual tendrá una enorme influencia en América Latina.
Los sondeos electorales dicen que AMLO y su coalición conquistarán no menos del 47% de los votos. El partido de AMLO, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) participa en la contienda electoral aliado con el PT (Partido del Trabajo) y el PES (Partido Encuentro Social). Los candidatos con los que compite AMLO son:
Ricardo Anaya – 29,5% – Por México al Frente. Incluye el Partido de acción nacional (PAN) y otros grupos menores como el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Movimiento Ciudadano.
José Antonio Meade – 20,6% – Todos por México. Incluye el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y otros como Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza.
Jaime Rodriguez Calderón – 2,7%. Indipendiente.
Elecciones de grandes cifras. Los mexicanos que tienen derecho a votar en estas elecciones son 87.879.838, cifra realmente considerable, la segunda después del cuerpo electoral de Brasil. En esta gran cuenta de electores, el 1º de julio tienen derecho a votar por primera vez 12.000.000 de jóvenes. Son los “milenials” y en teoría podrían decidir el resultado electoral, pero presentan algunas incógnitas. La primera es cuántos de ellos concurrirán efectivamente a las urnas. La segunda consiste en saber si realmente es cierto que los más politizados son tendencialmente electores de AMLO. La tercera es qué harán lo jóvenes que declaran en las encuestas que no han decidido nada todavía.
Los candidatos, los partidos y las alianzas conocen muy bien este fenómeno y por eso trabajan, tanto desde el punto de vista de las propuestas como de la propaganda, con una especial atención a las jóvenes generaciones, y ese sector de la campaña parece ser en definitiva aquel donde más se piensa gastar. La campaña de todos los candidatos, según diversos estudios, costará en total 1.800 millones de dólares (33.000 millones de pesos mexicanos).
El país norteamericano debe renovar 3.400 cargos de elección popular y por eso se votará en 30 de las 32 entidades federales, incluyendo la importante capital, Distrito Federal, con 10 millones de habitantes en Ciudad de México y 24 millones en el área metropolitana.
En México, el 52% del cuerpo electoral es femenino.
El regreso de dos fantasmas. Otras dos características de estas elecciones se pueden considerar importantes para medir en el futuro el comportamiento electoral de los mexicanos. Después de la famosa Revolución de 1910, las numerosas y sucesivas leyes electorales prohibieron durante décadas dos fenómenos electorales que se consideraban fuente de corrupción y fraude: la reelección y los candidatos independientes. Concretamente, la reelección se prohibió en 1933, pero ahora, según la ley de 2014, será posible presentarse para una eventual reelección, aunque solo para tres cargos: alcalde, senador y diputado. En cambio, la posibilidad de presentarse como candidato independiente en estas elecciones de julio no existía desde 1946, cuando se promulgó la ley que prohibió el uso de esta categoría en política. En esta oportunidad no hay muchos candidatos independientes, más aún, son muy pocos. Hasta hace pocas semanas el candidato independiente más famoso que aspiraba a conquistar la presidencia de la República era la señora Margarita Zavala, esposa del ex presidente mexicano Felipe Calderón (2006-20012). En el momento en que retiró su candidatura, Zavala acreditaba en los sondeos un 5% de los votos.
La Iglesia Católica. La voz y la presencia de la Iglesia Católica mexicana durante el prolongado proceso electoral son hechos bien visibles porque la prensa en general ha dado amplio espacio a numerosos obispos. Esta voz es bastante armónica y coherente y las tomas de posición son menos fragmentadas y contradictorias que en procesos electorales del pasado. Todos los candidatos presidenciales fueron recibidos y escuchados en sesiones plenarias del Episcopado y, además, cada uno tuvo también la posibilidad de hablar en privado con los 6 obispos que conforman la Presidencia, encabezados por el Cardenal Francisco Robles Ortega. Obviamente los obispos, el Episcopado mexicano como cuerpo, no han expresado ninguna preferencia por candidatos, partidos o alianzas. Por ahora la Iglesia Católica local subraya que es un deber moral concurrir a las urnas, decidir con conciencia y responsabilidad y oponerse a cualquier tipo de corrupción, violencia o compra-venta de votos.
Durante la campaña que empezó el 8 de septiembre de 2017, en México, incluyendo el último político (Fernando Purón, candidato del PRI) asesinado el viernes pasado, mataron a 112 candidatos o exponentes de partidos. Los sicarios hay que buscarlos dentro del mundo político pero también en el ambiente de los cárteles del narcotráfico.