Mons. Marcelo Daniel Colombo, obispo de La Rioja, Argentina, y sucesor de Mons. Enrique Angelelli (Córdoba, 17 de junio de 1923 – Sañogasta, 4 de agosto de 1976) anunció que el próximo lunes 14, en el Vaticano, comenzará a trabajar la Comisión de teólogos de la Congregación para la Causa de los Santos sobre la posible futura beatificación del obispo mártir argentino. Al mismo tiempo se pondrán en marcha las investigaciones y profundizaciones sobre algunos sacerdotes a los que también se considera mártires. En efecto, el expediente se refiere a “la beatificación de Mons. Angelelli y sus compañeros mártires”.
El proceso referido al martirio del obispo está estrechamente relacionado con el de otros tres hombres asesinados antes que Mons. Angelelli: dos sacerdotes, Gabriel Longueville y Carlos Murias, muertos el 22 de julio de 1976, y un laico, Wenceslao Pedernera, muerto el 26 del mismo mes. Mons. Angelelli fue asesinado el 4 de agosto, lo que significa que hubo cuatro homicidios en 2 semanas.
El mismo Mons. Colombo inició la causa diocesana de beatificación de Mons. Angelelli – que terminó en octubre de 2016 -, cuya muerte en un presunto “triste accidente de tránsito” fue aceptada por todos en su momento, aunque décadas más tarde resultó evidente que el prelado – muy crítico contra la dictadura militar – había sido asesinado en forma traicionera precisamente porque intentaba establecer los motivos por los cuales habían muerto las otras tres personas que él conocía.
Luis Liberti, quien trabajó como perito en la causa de beatificación del obispo de La Rioja (1968 a 1976) explicó hace tiempo a Vatican Insider: “Es un caso totalmente similar al de Óscar Arnulfo Romero en El Salvador; los militares argentinos eran todos bautizados en la Santa Madre Iglesia, desde ya. Aquí no hay un odio a la fe directo y explícito, más bien existe un odio a su aplicación y su consecuencia fundamental: la justicia. El Papa ya había seguido la causa como Presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo de Buenos Aires y Cardenal Primado de la Argentina. Cuando se cumplieron 30 años de la muerte de Angelelli pronunció una homilía en la que describió a este hombre como un gran pastor, de una manera muy “literaria” y relacionándolo con varios aspectos del Evangelio. Describió a Angelelli como “un pastor que en su servicio llegó al extremo de dar la vida por sus ovejas”.
El 28 de febrero de 2014 el Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, cardenal Leonardo Sandri, llamó “mártir” a monseñor Angelelli, algo nuevo, inédito y relevante. Nunca había ocurrido que una alta autoridad de la Santa Sede admitiera públicamente que el obispo argentino no murió víctima de un “deplorable accidente de tránsito” (que el L’Osservatore Romano calificó en su momento de “sospechoso”), sino porque fue blanco de un atentado perpetrado por las altas esferas de la dictadura militar para eliminar un pastor incómodo. Hasta pocos años atrás, y durante décadas, la versión era una sola en todos los ambientes: monseñor Angelelli había fallecido en “un triste y trágico accidente automovilístico”. Desde el principio esa fue la versión que difundió la dictadura de Jorge Rafael Videla y posteriormente todos siguieron aceptándola. Los pocos que desde un primer momento hablaron de crimen fueron silenciados y señalados como traidores a la patria y mentirosos.
Hace unos años las cosas empezaron a cambiar. El cardenal Sandri (1), después de recordar al cardenal Posadas Ocampo y a monseñor Romero, dijo: “El obispo Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, Argentina, muerto el 4 de agosto de 1976 en un sospechoso accidente de auto y en un contexto de valentía del obispo. De él recuerdo hoy no solamente la pasión y el convencimiento de que su muerte fue por ser defensor de Dios, de la persona humana y del Evangelio, tal como me expresaba el Arzobispo Carmelo Juan Giaquinta, Arzobispo de Resistencia, sino también la homilía pronunciada por el entonces Cardenal Jorge M. Bergoglio el 4 de agosto del 2006 en Punta de los Llanos, lugar donde cayó Angelelli. Un periodista (2) refiere así la homilía del cardenal Bergoglio: “Rescató (…) la convicción de que la Iglesia riojana era perseguida pero se encontraba entera, con un diálogo de amor entre el pueblo y su pastor. Comparó los ataques sufridos por Angelelli con el maltrato padecido por Pablo, en Filipos, “a través de los consabidos métodos de la desinformación, la difamación y la calumnia”. El Arzobispo de Buenos Aires abordó las muertes de la represión y sostuvo que “Wenceslao, Carlos, Gabriel (nombre de tres sacerdotes asesinados) y el obispo Enrique fueron testigos de la Fe, derramando su sangre”. [El cardenal Bergoglio] agregó que si alguien “se puso contento, creyó que era su triunfo” en realidad aquella fue la derrota de los adversarios” del obispo.
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(1) Homilía de la Misa celebrada para los miembros de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL)
(2) Guillermo Alfieri, Semanario Digital y el libro “E’ l’amore che apre gli occhi”, ed. Rizzoli.