En marzo del año pasado solo pareció la boutade de un religioso estadounidense apasionado por América Latina. Pero las palabras del nuncio apostólico en El Salvador podrían significar algo más. León Kalenga Badikebele, con las valijas listas para partir hacia Buenos Aires, la tierra natal del Papa Francisco, confirmó su compromiso para obtener el reconocimiento del beato Romero como Doctor de la Iglesia, nada menos que en el discurso de despedida que pronunció el sábado 28 de abril ante la jerarquía en pleno de la Iglesia de El Salvador, incluyendo obispos, sacerdotes y religiosos de todo el país. En el discurso – refiere el sitio salvadoreño Supermatiyrio – el nuncio de origen africano insinuó también que la canonización de Romero se celebraría en Roma en octubre, pero sin excluir la posibilidad de que el Papa Francisco visite “la tumba del santo” en una escala fuera de programa en El Salvador durante su viaje a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud en enero de 2019. El representante papal dejó a su sucesor, todavía no designado por el Papa Francisco, la tarea de completar la causa de canonización del obispo Romero, empeñarse en la causa de beatificación del padre Rutilio Grande y en la causa colectiva de los “santos mártires de El Salvador” y por último, aunque no menos importante, promover el reconocimiento de Romero como “Doctor de la Iglesia”.
El primero que habló de esta posibilidad fue Robert Pelton, un religioso estadounidense que desde hace treinta años organiza jornadas romerianas en la Universidad Notre Dame de Indiana, Estados Unidos. En la última de ellas, que se realizó en marzo de 2017, Pelton lanzó la audaz propuesta de conceder el título de Doctor de la Iglesia al mártir de El Salvador, ante la presencia del cardenal de Manila Luis Antonio Tagle y el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga. Sin dejarse impresionar por los antecedentes estadísticos sobre las escasas oportunidades en que Iglesia ha honrado a una persona con el título de Doctor, que no son más que 36 en dos mil años de historia cristiano-católica, Pelton afirmó que Romero tiene un vasto magisterio de textos que ya son objeto de estudio en muchas universidades e institutos de formación relacionados con la Iglesia, sobre todo en centros fundados por laicos y religiosos comprometidos con el pueblo. Por otra parte, algunos recuerdan todavía que Mons. Ricardo Urioste, ya fallecido y gran amigo de Romero, en el año 2005 en la misma universidad estadounidense respondió una pregunta que le hicieron con otra pregunta de obvio significado: “¿Puede decirme otro lugar en el mundo donde se están estudiando las homilías de un obispo que murió hace 25 años?”. Lo que implica, tal como dice otro doctor en filosofía, el chileno Álvaro Ramis, que “La propuesta teológica, pastoral y ética tiene valor universal más allá de su momento de vida” – según afirmó en una conferencia en Santiago de Chile el año pasado – afirmando que el pensamiento del obispo asesinado constituye el desarrollo de la doctrina tradicional de la Iglesia comprometida con el bienestar de los pueblos pobres de América Latina.
considerando esta perspectiva – hace notar Supermartyrio – quedaría por establecer si Romero reúne los requisitos de eminens doctrina (enseñanza eminente) según las normas establecidas por el Vaticano en los años 80, incluyendo la constitución apostólica «Pastor Bonus» de san Juan Pablo II (1988). Para ser reconocido como “Doctor”, resume el carmelita Payne, un santo debe aportar algo original que arroje nueva luz sobre la revelación divina, sus escritos «deben haber ejercido una influencia considerable en el pensamiento de la iglesia» durante un período de tiempo apreciable, su enseñanza debe tener tanto una relevancia pastoral contemporánea como un valor perenne, y debe ser algo más que «un catequista o predicador incansable, un gran asceta y servidor de los pobres, o el principal promotor de un importante movimiento o devoción religiosa».
Es evidente que para el nuncio León Kalenga Badikebele vale la pena someter al obispo mártir al severo examen de admisión al restringido círculo de Doctores de la Iglesia. En la homilía que pronunció en 2007 para la apertura de la XXXVI Asamblea de Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en El Salvador, Kalenga, doctorado en Derecho Canónico, prometió que promovería el reconocimiento de Romero como Doctor de la Iglesia Universal, “arrancando espontánea y efusivamente un gran y masivo aplauso” del auditorio, compuesto por delegados de 22 países de América Latina y el Caribe incluyendo Estados Unidos y Canadá, según refiere una nota del CELAM.