La entrevista con Juan Carlos Cruz en Santa Marta, el domingo 29 de abril, fue la última de las audiencias del Papa Francisco con las tres principales y más conocidas víctimas del sacerdote chileno Fernando Karadima, condenado a cadena perpetua en 2011 por graves delitos contrarios a su ministerio sacerdotal y a la moral cristiana. A partir del lunes 30 de abril, según lo que anticipa un comunicado del Vaticano, el Santo Padre se encontrará con los tres juntos, probablemente en presencia del Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el español catalán Mons. Jordi Bertomeu. Podría estar presente también el arzobispo de La Valletta, Mons. Charles Scicluna. Es probable que en un determinado momento de la audiencia puedan entrar a saludar al Papa algunos familiares de las víctimas: el hijo de Andrés Murillo, la segunda esposa de James Hamilton y otras personas cercanas a ellos.
Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu fueron enviados por el Santo Padre a Chile en el mes de febrero para profundizar y reunir material sobre el caso de los presuntos ocultamientos de los abusos sexuales de Karadima, cosa que desde hace muchos años los tres huéspedes del Papa – Juan Carlos Cruz (55 años), José Andrés Murillo (43 años) y James Hamilton (55 años) – atribuyen al actual obispo de Osorno, Mons. Juan Barros. Al regresar de su misión, Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu, quienes hablaron con más de 60 personas (incluso Mons. Barros y otros obispos), entregaron al Papa varios informes que en total forman un dossier de 2.600 páginas. En este contexto surgió la invitación del Papa Francisco a Cruz, Murillo y Hamilton para mantener encuentros personales en Santa Marta. La idea, se dijo, era poder hablar con calma, todo el tiempo que fuera necesario, escuchar sus opiniones y sus razonamientos y recibir también sugerencias en el ámbito de la lucha contra los abusos (y de la prevención) dentro de la Iglesia. En total, los tres hablaron con el Pontífice durante casi siete horas y todos declararon no solo su satisfacción y alegría sino que destacaron que habían recuperado la esperanza, agradeciendo las atenciones y delicadezas recibidas.
Sobre estos encuentros no existe ni existirá una versión o resumen oficial. La Sala de Prensa del vaticano dijo hace pocos días que el Papa no tenía la intención de hacer declaraciones al respecto. Fueron conversaciones privadas y seguirán siéndolo para siempre. Los mismos chilenos mantuvieron, después del encuentro con el Papa, una relación sumamente cautelosa y reservada con la prensa. Las únicas comunicaciones que hicieron fueron algunos tweets lacónicos pero muy significativos de los que se deduce un hecho fundamental: con Francisco se sintieron personas respetadas, acogidas y escuchadas. Juan Carlos Cruz, después de los encuentros con Murillo y con Hamilton, escribió en Twitter el sábado a la noche: “Muy contento de ver salir de sus conversaciones con el Papa a mis queridos amigos Jimmy y José tranquilos y en paz y sintiéndose muy acogidos por el Santo Padre”.
Todo esto hace que la conferencia de prensa anunciada para el jueves 3 de mayo resulte aún más interesante, aunque es muy probable que se mantenga la cautela y la prudencia sobre el contenido de sus encuentros personales. Presumiblemente se referirán a la situación de la Iglesia chilena y las alternativas de su relación con la jerarquía desde el 26 de abril de 2010 hasta pocos días atrás.
Nuestras informaciones y consideraciones sobre lo que ocurrió el viernes, sábado y domingo en Santa Marta son necesariamente indirectas, pero estamos en condiciones de asegurar que son confiables, pese a ser parciales.
Entre el Papa y los tres chilenos existió en todo momento un clima de confianza y afecto recíproco pese a que, dependiendo de su personalidad, cada uno de ellos reaccionó de manera diferente ante Francisco: sereno pero tímido José Andrés Murillo, seguro pero controlado James Hamilton y muy emocionado pero lucidísimo Juan Carlos Cruz. Los tres, una vez pasados los primeros minutos de embarazo, se mostraron siempre dispuestos al diálogo y locuaces, poniendo de manifiesto con transparencia el evidente deseo de explicarse bien y que el Santo Padre pudiera comprenderlos en profundidad. El Papa, por su parte, estuvo sobre todo en actitud de escucha, sin intentar en ningún momento ser el centro, y planteando a sus interlocutores, en varias oportunidades, preguntas muy profundas. Hizo además todo lo posible en todo momento para que José Andrés, Juan Carlos y James se sintieran cómodos, cosa que para él no resulta difícil ni artificial porque, como es sabido, éste es uno de sus carismas personales. Y lo mismo ocurrió en los momentos de oración.
El tiempo de la conversación personal, más de dos horas con cada uno de ellos, se pasó “volando”, pese a la gravedad y dramaticidad del contenido, y en ningún momento dio la impresión de que los interlocutores tuvieran una especie de discurso armado. La nota dominante fue la completa espontaneidad, la inmediatez, la falta de cálculo. No estaban hablando con un manager ni con un administrador delegado. Desde el principio, Murillo, Cruz y Hamilton tuvieron la clara sensación de hablar con un “padre”, con una persona que siempre han apreciado, con la cual se han enfrentado y discutido y con la cual era posible recuperar todos los hilos de la esperanza frustrada, del dolor humillado y del gélido aislamiento.
Ayer a la noche, poco después de las 20.30, desde Santa Marta, Juan Carlos Cruz envió este tweet: “Más de dos horas y media duró mi reunión de hoy con el Papa. Estoy conmovido. Me escuchó con gran respeto, cariño y cercanía, como un padre. Profundizamos en muchos temas. Hoy tengo más esperanza en el futuro de nuestra Iglesia. A pesar de que la tarea es enorme”.
El apretón de manos al llegar, amable y gentil, severamente educado, reemplazado en la despedida con un cálido abrazo, prolongado y recíprocamente grato, es probablemente la imagen más acabada para resumir el encuentro.
Algunos interlocutores han observado en estas horas que el Papa Francisco se mostró siempre muy sereno y relajado pero al mismo tiempo atentísimo y concentrado, y en muchos momentos de las conversaciones tomó apuntes. Como siempre fue cordial, a veces bromista, disponible y muy interesado también en la vida actual de Cruz, Murillo y Hamilton, en sus familias, actividades profesionales y todo lo que cada uno de ellos quiso comunicarle sobre la manera de actuar en los casos de abuso (de conciencia, de poder y sexual) y sobre la manera de prevenir el fenómeno.