A mediados de mayo deberían llegar al Vaticano Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, tres de las víctimas del poderoso párroco que abusaba de menores Fernando Karadima. La prensa chilena dio la noticia. El mismo Pontífice indicó su voluntad de encontrarse con algunas de las víctimas en la histórica carta a los obispos chilenos, dada a conocer el pasado miércoles 11 de abril de 2018, en la que Francisco admite haber cometido «graves equivocaciones» de valoración sobre los abusos cometidos por religiosos en Chile debido a que lo habían informado mal. Bergoglio, que recibió el informe de 2300 páginas redactado por su enviado especial, el arzobispo Charles Schiclina, ha podido finalmente darse cuenta de la situación real y por ello ha convocado al Vaticano a todo el episcopado chileno.
Hamilton, Cruz y Murillo han criticado al cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo demérito de Santiago de Chile y miembro del “C9” de los cardenales consejeros del Papa. Errázuriz dijo hace dos días que no le había dado noticias falsas al Pontífice y aseguró que no era tarea suya informarlo. Errázuriz también agradeció a las víctimas por haber «roto el silencio». Según Cruz, el cardenal «trata de hacer creer que nos apoyó», pero, en opinión de las víctimas, «nunca lo ha hecho». Murillo, con un “tuit”, comentó de esta manera las declaraciones del arzobispo emérito de Santiago: «En lugar de asumir que fallaron, que traicionaron su rol y nuestra confianza, los obispos de Chile tratan de sacarse los balazos culpándose unos a otros. Triste espectáculo».
En lugar de asumir que fallaron, que traicionaron su rol y nuestra confianza, los obispos de Chile tratan de sacarse los balazos culpándose unos a otros. Triste espectáculo.
Hamilton recordó la carta que Errázuriz envió un mes antes a diferentes presidentes de las Conferencias Episcopales latinoamericanas, en la que culpaba de algunos problemas durante la visita del Papa a Chile al «protagonismo» del obispo Juan Barros, uno de los pupilos de Karadima, y a las declaraciones de las víctimas sobre el tema de los abusos: «Este señor dice que no es el llamado a informar, pero leyendo carta que envió a los obispos de Latinoamérica parece que sí está llamado a desinformar».
Efectivamente, las declaraciones del cardenal chileno, que parecía rechazar cualquier responsabilidad porque el Papa carecía de información adecuada, suenan a inconciencia. No es la actitud que pidió Francisco en su carta, con la que pidió a toda la Iglesia chilena que se pusiera en un «estado de oración».
Por el contrario, el mensaje del papa fue acogido plenamente por los obispos de Chile, que, en un comunicado al final de su asamblea general, escribieron:
«Acogemos con fe y obediencia filial» la carta de Francisco. «Junto al Papa, sentimos dolor y vergüenza porque, a pesar de las acciones realizadas estos años, no hemos logrado que las heridas de los abusos sanaran en los corazones de muchas víctimas y siguen siendo una ‘llaga’ abierta en el corazón de la Iglesia en Chile».
«La carta del Papa –continúa el texto del episcopado chileno– la recibimos como una invitación a asumir con magnanimidad y humildad este desafío. Para iniciar este camino nos ponemos, como Iglesia, en estado de oración, escucha, discernimiento y disponibilidad para renovar la comunión eclesial. Queremos hacernos cargo de los errores que nos correspondan y corregirlos, de tal forma que la Iglesia sea, cada vez más, un ambiente sano y seguro para niños, niñas y jóvenes».