Se acerca el momento en que los restos de los soldados argentinos sepultados en las Islas Malvinas vuelvan al continente. La formulación no es casual, porque las Malvinas, para cualquier argentino que se respete, son territorio nacional, y los caídos que allí están sepultados a todos los efectos se encuentran en suelo patrio. Pero la realidad es como es, las distancias son enormes y los familiares quieren llorar en el cementerio de sus ciudades y pueblos. Y ese deseo está cerca de cumplirse.
Los familiares en cuestión son los de aquellos 90 soldados recientemente identificados que visitaron las islas la semana pasada con un vuelo directo que salió de Buenos Aires. Pasaron ese día en el cementerio militar argentino, situado en Darwin, donde pudieron rezar junto a la tumba de sus hijos, hermanos y compañeros cuyos restos ya no son NN, desconocidos, tras un largo proceso de análisis y entrecruzamiento de muestras de ADN que llevó a cabo el Comité Internacional de la Cruz Roja.
En efecto, el organismo completó y entregó los resultados del programa humanitario que se proponía restituir la identidad a los caídos.
En el conflicto con Gran Bretaña por el control del archipiélago del Atlántico Sur murieron 650 soldados argentinos y 255 ingleses. De los caídos argentinos, 123 fueron sepultados en el cementerio de Darwin sin que pudieran establecer su identidad. En diciembre de 2016 los gobiernos de Argentina y del Reino Unido llegaron a un acuerdo para permitir que se identificaran los restos de los combatientes muertos en el campo de batalla de conformidad con el derecho internacional humanitario. Desde entonces y en diferentes momentos, 107 familias argentinas dieron su consentimiento y ofrecieron muestras de ADN para que la misión de los forenses pudiera exhumar los restos y analizarlos. Entre el 20 de junio y el 7 de agosto, 14 especialistas en identificación provenientes de Argentina, Australia, Chile, España, México y Gran Bretaña procedieron a desenterrar, tomar muestras y analizar cada uno de los restos mortales no identificados.
Los estudios se llevaron a cabo en un laboratorio forense equipado con alta tecnología, transitoriamente instalado en el cementerio. Cada uno de los cuerpos exhumados fue colocado en un nuevo ataúd y sepultado en su tumba original el mismo día que había sido desenterrado. El análisis genético de las muestras y la comparación con las muestras de referencia de los familiares lo llevó a cabo el Equipo de antropología forense argentino en la ciudad de Córdoba, a setecientos kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Paralelamente, dos laboratorios en Gran Bretaña y España se encargaron de garantizar la calidad de los análisis de ADN. Los resultados, por último, fueron presentados a las delegaciones de Argentina y del Reino Unido en la sede de la Cruz Roja internacional en Ginebra, lo que permitió dar un nombre y apellido a más de dos tercios de las víctimas de guerra.
Los familiares que acaban de visitar el cementerio pudieron estar ante la tumba de sus seres queridos. No ingresaron a la capital de las islas, Puerto Stanley, pero todo el viaje procedió con normalidad y fluidez. Ahora que fue posible realizar la visita sin contratiempos, se acerca también el momento de repatriar los restos, cosa que la Administración del cementerio militar y la Comisión de Familias podrían acordar en breve