Una piedra en el estanque, una roca enorme en realidad, arrojó el presidente Macri a fines de febrero cuando inauguró las sesiones del Congreso argentino, augurando que el proyecto de ley presentado con el título “Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito”, que los gobierno anteriores de cuño peronista habían congelado, comenzara por fin su itinerario parlamentario. El tema, en efecto, había permanecido en el limbo muchos años, atravesando la Argentina democrática con raros chispazos de visibilidad, aunque no tanto como para inflamar los ánimos de un país que sigue siendo católico y en los últimos cinco años ha dado incluso un Papa a la Iglesia universal. Tuvo que ser una presidencia moderada de centro derecha, con un jefe de gobierno que declara ser personalmente contrario al aborto, quien abriera las puertas al polémico tema que el mismo Bergoglio, en sus años de Argentina, había colaborado para enfriar.
El oleaje provocado por el inesperado anuncio presidencial llegó hasta Roma, no antes de haber desbordado los cauces locales de la nueva dirigencia episcopal alineada con Bergoglio. Los prelados no ocultaron su sorpresa por el repentino revival proabortista pero confirmaron su tradicional posición de defensa de “la dignidad de la vida humana desde el comienzo de su concepción pasando por todas las etapas de su desarrollo”, así como la disponibilidad para discutir a fondo el tema, a fin de que se promuevan “políticas públicas que fomenten y capaciten para la decisión libre y responsable de concebir una vida humana”.
La reacción más organizada, la que tendrá más peso en un debate que el gobierno ya intenta aplacar pero promete ser áspero, vino precisamente de los sectores populares más humildes, a los que supuestamente la liberalización del aborto quisiera emancipar de la inseguridad de prácticas clandestinas. “Algunas propuestas provenientes de otros sectores sociales – consideramos que esta [del aborto] es una de ellas – toman a los pobres como justificación para sus argumentos” afirman en su declaración los 22 sacerdotes que viven en las villas miseria de Buenos Aires, a fin de dejar en claro que el contenido del proyecto de ley no es una exigencia que se advierta en sus ambientes: “Se habla de tasa de mortalidad por aborto de las mujeres de los barrios más pobres” observan, pero “lo primero que hay que hacer en nuestros barrios es luchar contra la pobreza con firme determinación y en esto el Estado tiene las mejores herramientas. Con casi un 30% de pobres – detrás de los cuales hay rostros e historias – hay discusiones que debieran priorizarse” declaran, aludiendo al hecho de que el tema del aborto no es una de ellas.
Los curas villeros hacen notar en el documento, aprobado por unanimidad y difundido en el día de hoy, que el tema del aborto no formaba parte de la plataforma electoral del presidente Mauricio Macri y que el Ejecutivo anterior “no solo no propició este debate, sino que incluyó a las mujeres embarazadas en la Asignación Universal por Hijo”, como “un gesto concreto de una política pública a favor de la vida”.
Algunas voces atribuyen la decisión presidencial de instalar el ruidoso debate sobre el aborto en la sociedad argentina al asesor ecuatoriano Durán Barba, un crítico acérrimo del Papa Francisco, reclutado hace tiempo como consejero del gobierno de Macri. En una columna que lleva su firma, publicada por un diario argentino, el consejero presenta la despenalización del aborto como una batalla de civilización propia de “la cultura occidental, la primera de la historia que incorpora elementos de sensatez provenientes de la visión femenina de la vida”, y equipara luego la misma defensa de la vida con la despenalización del aborto. A esta posición se refiere el texto firmado por los sacerdotes de las villas donde, por el contrario, se pone en evidencia que es propio de la cultura popular de los barrios pobres “amar y cuidar la vida”: “Muchas veces donde el Estado no llega, donde la sociedad mira para otro lado, la mujer sola o atravesada por la marginalidad encuentra en las redes de amor que se generan en nuestros barrios su ayuda y su esperanza, para ella y sus hijos”.
El documento, difundido con el título “Con los pobres abrazamos la vida”, critica el tema de la liberalización del aborto poniéndolo en la misma línea que un conjunto de batallas en defensa de la vida: “Nuestras opciones son por “la vida como viene”, sin grises. Especialmente la vida amenazada en cualquiera de sus formas. Por eso hemos hablado a favor de los inmigrantes, de la lucha por la justicia, de que nadie a raíz de la desnutrición tenga su futuro hipotecado, que nadie muera por enfermedades que podrían curarse, como por ejemplo la tuberculosis. Por eso estamos en contra del gatillo fácil. Por eso hemos apoyado las manifestaciones de “Ni una menos” contra los femicidios. Y a esta opción la confirmamos con acciones comunitarias concretas, que realizamos en nuestros barrios para que se viva bien, se viva con dignidad”.
Otras voces atribuyen la decisión presidencial de Macri al intento de crear una cortina de humo para desviar la atención de la creciente presión social sobre su gobierno, pero también para sustituir el tema de las violaciones de derechos humanos que fue protagónico en las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner con el de las nuevas libertades que caracterizarían en el plano ideológico la política de reformas económicas de estilo liberal.
Los curas villeros, igual que el gobierno de turno, también arrojó una piedra en el estanque. “Con este documento queremos mostrar una mirada distinta de las opiniones de las que se hacen eco los medios de comunicación y de las propuestas pro abortistas” sintetiza el padre José María di Paola, “una mirada que proviene de la periferia, de las villas, de los lugares donde vivimos y donde compartimos todos los días la vida de la gente humilde. Nos interesa recalcar que en los barrios pobres la gente ama la vida y la cuida. No se puede decir lo mismo del Estado y de la sociedad que nos impone el aborto como una escapatoria. No estaba en el programa ni en las propuestas de la coalición que ganó las elecciones, ni tampoco en las de los partidos que obtuvieron las minorías más importantes, sino solo en pequeños grupos de izquierda. No nos basta que el presidente, después de imponer esta discusión, diga que no está de acuerdo con el aborto. La responsabilidad que tiene es muy grande”.