Desde hoy hasta el miércoles los obispos de las diócesis limítrofes entre México y Texas se reunirán en la ciudad estadounidense de San Antonio para concretar el objetivo que se habían propuesto en los anteriores encuentros, el último de los cuales se llevó a cabo en septiembre del año pasado en la localidad de Piedras Negras. La noticia fue confirmada por el obispo de esta ciudad, Mons. Alonso Garza. En 2017 los 26 obispos de los dos países se encontraron para discutir sobre “Migrante, peregrino de esperanza”. Este año el tema principal siguen siendo los migrantes, sobre todo la necesaria actualización sobre lo que está ocurriendo con estos flujos de personas que parten de América Latina hacia Estados Unidos cruzando en condiciones dramáticas primero América Central y luego México. La última es probablemente la etapa más peligrosa, porque hace décadas que aquí la mala vida organizada y el crimen internacional han “descubierto” que esa masa indefensa de seres humanos es una verdadera “mina de oro” (trata de personas, narcotráfico, tráfico de armas, mano de obra esclava, prostitución, etc.). Al mismo tiempo los obispos analizarán la situación, en gran medida inédita, que se ha creado en Estados Unidos con el ascenso al poder de Donald Trump y las consiguientes medidas políticas y administrativas adoptadas por su gobierno en esta materia.
Mons. Garza Treviño es un gran impulsor de estos encuentros y ya en 2015, como recordaba hace poco L’Osservatore Romano, manifestó su “grave preocupación por el destino de miles de migrantes”, especialmente “de tantos jóvenes que desaparecieron cuando trataban de expatriarse a Estados Unidos”. “La gente está muy preocupada por sus familiares y experimenta una gran impotencia al ver que las investigaciones policiales no producen ningún resultado positivo”.
Pero lo más grave – continúa monseñor Garza Treviño – es que las personas siguen desapareciendo”. En varias oportunidades los obispos latinoamericanos de la región fronteriza insistieron en la necesidad de poner fin al fenómeno de los secuestros y de la explotación de los migrantes. Durante un encuentro en Tapachula, los prelados emitieron también un documento titulado “No a la indiferencia ante el drama de la migración”, donde se recordaba que diariamente hay “cientos de hermanos centroamericanos que extorsionados y agredidos de múltiples formas ponen en riesgo la vida misma en su paso por estas tierras del sur. Estos hechos no pueden ser motivo de indiferencia sino de dolor y vergüenza. La Iglesia no es indiferente a este drama. Los constantes llamados del Papa y los obispos ante esta realidad son un reclamo a la conciencia de los cristianos y de aquellos que deben ofrecer respuestas eficaces a la sociedad ante esta situación. Una voz lamentablemente no escuchada, sobre todo por quienes con sus prácticas criminales hacen más doloroso cada día el paso, de por sí inseguro, de tantos hermanos y hermanas centroamericanos”. No obstante el compromiso de muchas personas – manifiestan los obispos – las respuestas que se han dado al fenómeno de la migración son aún insuficientes. “Sin ser expertos en análisis socioeconómicos vemos la gran contradicción entre el avance tecnológico del mundo occidental y el enorme atraso de muchas comunidades, particularmente en las zonas rurales e indígenas, en el campo de la salud, del trabajo, de la educación. Vemos la contradicción entre la globalización, el libre tránsito de las comunicaciones, del comercio, del dinero, y las dificultades de todo tipo que tienen que sortear los que buscan migrar para mejorar. Vemos la contradicción entre las promesas de los gobiernos y de quienes aspiran a cargos públicos en nuestros pueblos, ante la realidad hecha miseria y desaliento sobre todo para las jóvenes generaciones”.