Desde hace varios días la prensa chilena, cada vez más centrada en la próxima visita del Papa Francisco, está publicando análisis y comentarios que básicamente ponen en duda el éxito pastoral de esta importante peregrinación apostólica. Una innumerable cantidad de artículos auguran una visita sin gran participación popular e insisten en poner de relieve la escasa empatía que hay en la base, es decir una especie de “amable distancia” entre el pueblo chileno y el Papa Jorge Mario Bergoglio. Sin duda en estas interpretaciones la opinión personal del autor y la política editorial del medio periodístico que la publica son fundamentales para comprender la orientación de los comentarios y análisis.
Por otro lado la crisis que vive el país y la misma Iglesia católica acentúan la autorreferencialidad de uno y otra. Es evidente que en Chile existe un problema con la visita del Papa, aunque en las últimas horas todos, incluyendo algunos críticos y opositores, intentan mejorar el clima para recibir a Francisco. Muchos juicios y sentencias de las pasadas semanas parece que estuvieran siendo redimensionados. Evidentemente algunos analistas consideran que han exagerado y con ello demuestran que no fueron capaces de distinguir las cuestiones internas del país de la Visita de un líder del calibre planetario de Francisco. Probablemente, como ocurre a menudo en la prensa latinoamericana, la óptica del evento no ha superado la miopía provincial.
A esta altura, como ya ha ocurrido en otras oportunidades, solo queda esperar la acostumbrada y sorprendente evolución, vale decir, lo que el Papa Francisco será capaz de hacer poniendo en juego la riqueza de su carisma, de su generosa disponibilidad y de su entusiasmo arrollador; casi podríamos decir de alguna genialidad suya.
En resumen, el desafío para el Papa Francisco en Chile se juega en su capacidad para liberarse de dos condicionamientos que han aparecido en estos meses. El primero tiene que ver con la organización de la visita en lo que depende de la Iglesia católica, no particularmente dinámica, expansiva e incluyente. Para recuperar la participación del pueblo, que temen sea tan escasa, Bergoglio deberá recurrir a todo su amplio magisterio y a su sorprendente fisicidad pastoral. El segundo obstáculo que el Papa tendrá que superar se refiere en cambio a la rigidez y formalismo que exhibieron las autoridades chilenas en la preparación y organización de un evento que en buena medida parecen haber sufrido pasivamente, casi atrapadas en cuestiones electorales, crisis de partidos y precariedad de la situación económica.