Los derechos humanos tendrán su protector, por lo menos en Brasil, donde el Parlamento decidió cerrar un complicado 2017 bajo el signo de una proclamación que tomó por sorpresa a la Iglesia brasileña: dom Hélder Câmara “Patrono de los Derechos Humanos”. Con un decreto de fin de año publicado en la Gaceta Oficial de la Unión, en relación con una ley sancionada por el Congreso Nacional que también se publicó simultáneamente el 27 de diciembre, el gobierno de Brasil reconoce la figura de Câmara como el emblema de la defensa de los derechos de los más desprotegidos, especialmente durante la dictadura militar cuando era arzobispo de Olinda y Recife, sede en la que había sido nombrado por Pablo VI en marzo de 1964. En aquel momento, el nuevo arzobispo repudió el ascenso al poder de los militares y manifestó un fuerte apoyo a la Acción Católica diocesana que había condenado el golpe, lo que, obviamente, le acarreó inmediatamente la acusación de “comunista, demagogo y libertino” de parte de las nuevas autoridades militares. Incluso el gobernador local le prohibió hablar en público, fuera del recinto de la iglesia, y cada vez que predicaba la policía política registraba sus homilías ubicándose ostensiblemente a poca distancia del arzobispo con el grabador bien a la vista. En esas circunstancias – recuerda Luis Badilla de la agencia vaticana Il Sismografo – “Câmara optó por tomar otro camino: escribir y dictar conferencias en el exterior”. Publicó 23 libros que fueron traducidos a más de 20 idiomas. Participó en decenas de encuentros y conferencias en todo el mundo y en 1970, en París, tuvo el enorme coraje de denunciar el uso sistemático de la tortura en su país así como la existencia de miles de presos políticos, muchos de los cuales estaban privados de su libertad en el anonimato. Dejó la diócesis el 2 de abril de 1985 por haber alcanzado el límite de edad, pero siguió viviendo en la casa popular donde lo hacía desde el comienzo de su ministerio episcopal, en Recife, hasta su muerte, que se produjo el 27 de agosto de 1999, cuando había cumplido 90 años.
Una biografía en cierta forma autorizada del “obispo rojo”, como lo llamaban los militares en los años de la dictadura, se encuentra en la carta oficial de la Iglesia brasileña para solicitar la apertura del proceso de canonización en 2014, que recibió una primera opinión favorable del Vaticano, abriéndole el camino a los altares. El documento adjunto a la carta recuerda el trabajo social de dom Helder Câmara – en los movimientos estudiantiles y obreros, ligas comunitarias contra el hambre y la miseria – que le costó el ostracismo del gobierno militar de su país. En 1970 el Sunday Times lo definió como “el hombre más influyente de América Latina después de Fidel Castro”. Dom Hélder Câmara fue uno de los pocos obispos latinoamericanos que participó en el Concilio Vaticano II, donde se constituyó en portavoz de una Iglesia principalmente centrada en la preocupación por “lo social”. De él se recuerda una referencia que hizo al celibato sacerdotal en estos términos: “Está bien discutir sobre el celibato sacerdotal, pero sin olvidar temas más esenciales como el hambre y la libertad”. «Le fastidiaba la “pompa excesiva” y el progresivo alejamiento de la Iglesia de las cuestiones sociales», recuerda el documento adjunto a la carta dirigida a la Congregación para la causa de los santos. «Una vez dijo: “Cuando le doy de comer a un pobre, me llaman santo. Pero cuando digo que los pobres no tienen qué comer, me llaman comunista”.». El texto hace notar las coincidencias con el Papa Francisco, quien dos años atrás fue tildado de marxista por la prensa estadounidense.
Nadie, ni mucho menos la jerarquía de la Iglesia, esperaba que el gobierno de Michael Temer, en el poder desde 2016, hiciera un reconocimiento público y laico del prestigio de una figura como dom Hélder Câmara, sobre todo en un momento en el cual las relaciones con el episcopado del país registran muchos puntos de tensión. “Es raro”, dice la prensa local “que uno de los gobiernos que más hicieron para eliminar derechos de la población en poco más de un año de mandato, haya realizado un reconocimiento oficial como éste”. Con respecto a los recortes de las asignaciones sociales y la reforma laboral y previsional diseñada por los hombres de Temer, la Iglesia brasileña se ha mostrado muy crítica. Pero probablemente esa sea la razón de la medida que cierra el año legislativo 2017. “Un intento de reconciliación con la Iglesia Católica, que reiteradamente ha criticado y condenado muchas medidas adoptadas por el gobierno, al que hace responsable de reducir los derechos que benefician a los más vulnerables de la sociedad”.