En 2014 había 168 millones de latinoamericanos pobres y en 2016 fueron 186 millones. Haciendo las cuentas, hay 18 millones más. La pobreza extrema también ha crecido, pasando del 8,2% en 2014 al 10% en 2016. Así lo demuestra el tradicional informe económico de fin de año de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) presentado en esta oportunidad en Ciudad de México por la secretaria ejecutiva del organismo de las Naciones Unidas, Alicia Bárcena. La funcionaria mostró que los niveles de pobreza y de pobreza extrema aumentaron en América Latina como promedio regional en 2015 y 2016, tras más de una década de reducción en la mayoría de los países, mientras en 2017 habrían permanecido estables.
Pero no se debe considerar las cifras con pesimismo, porque una proyección a mediano plazo muestra que la pobreza se ha reducido 15,2 puntos porcentuales entre 2002 y 2016. El informe, titulado “Panorama social de América Latina 2017”, fue presentado por la funcionaria en una conferencia de prensa en las oficinas de la agencia en Ciudad de México, y muestra que la incidencia de la pobreza y de la pobreza extrema es más elevada en los niños, los adolescentes, los jóvenes, las mujeres y la población que vive en zonas rurales. En 2016 la pobreza afectaba al 46,7% de los niños y adolescentes entre 0 y 14 años y la pobreza extrema al 17%. En el caso de los jóvenes entre 15 y 29 años las cifras eran, respectivamente del 31,1% y del 9,5%.
En su estudio la Comisión Económica para América Latina analiza también la evolución y los desafíos de los sistemas jubilatorios, que son fundamentales para garantizar los derechos a la seguridad y la protección social en la región, en un contexto de cambios demográficos acelerados. Se estima que antes de 2040 las personas con más de 60 años superarán a las de 0 a 14 y que la población de 80 años o más aumentará a casi 20 millones para esa fecha. El trabajo de la CEPAL que se presentó en estos días marca también una tendencia hacia la feminización de la población adulta más anciana.
Según el documento, entre 2000 y 2014 se amplió la base contributiva de los sistemas jubilatorios en América Latina: el porcentaje de la población económicamente activa que goza de algún tipo de cobertura jubilatoria pasó del 36,9% al 47,8%. Esto equivale a la incorporación de casi 60 millones de personas a los sistemas de aportes, un fenómeno claramente asociado a la evolución positiva de los mercados del trabajo en ese período (especialmente la reducción de la desocupación y el incremento de los índices de ocupación, y la reducción del trabajo informal), así como la implementación de estrategias para ampliar la cobertura de los sistemas de seguridad social que afrontaron algunos países.
No obstante, el estudio pone en evidencia que 142 millones de personas económicamente activas todavía no tienen cobertura de ningún tipo de asistencia. La proporción de trabajadores que se encuentran sin protección es más elevada en las zonas rurales, entre las personas con menos escolarización y en sectores con menor productividad. Entre 2002 y 2015, el porcentaje de población de América Latina de 65 años o más que ha recibido algún tipo de jubilación (tanto contributiva como no contributiva) también aumentó, pasando del 53,6% al 70,8%. La cobertura aumentó considerablemente en el grupo de bajo rédito (30 puntos porcentuales) y en las zonas rurales (33 puntos porcentuales), fenómeno que se explica por la expansión de las jubilaciones no contributivas, cuya cobertura entre 2000 y 2015 aumentó un 20%. A pesar de estos progresos, el 29% de la población de 65 o más años no ha recibido ningún tipo de cobertura en 2015.