Una triste procesión de familiares y vecinos de la zona forma una columna para acompañar seis ataúdes blancos. Son pequeños y cada uno lleva una corona de flores. Tan pequeños como los restos que contienen: seis niños desaparecidos hace 35 años durante un operativo del Ejército en un remoto pueblito de las montañas al norte de El Salvador, a 113 kilómetros de San Salvador, la capital, en plena guerra civil. A la cabeza de la procesión camina el cardenal Gregorio Rosa Chávez dirigiendo las oraciones que unas doscientas personas recitan con devoción. No hay llantos, ya se derramaron todas las lágrimas hace mucho tiempo, cuando los rastrillajes contra la insurrección se llevaron a niños y adultos sospechosos de colaborar con los guerrilleros del FMLN o solo de proporcionarles alojamiento y comida.
El cortejo serpentea por las calles del pueblo, que fue creciendo como un hongo sobre una terraza de la montaña, para acabar su recorrido en una capilla dedicada a los Mártires. Algunos cantan, algunos rezan, algunos dormitan al sol de septiembre, hasta que el importante obispo que ha venido de la capital para ese último homenaje tan esperado, toma la palabra. Habla de “un día especial que puede marcar el comienzo de una auténtica reconciliación de nuestro país”. Asienten con la cabeza, confirmando la temeraria afirmación, el viceministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, Carlos Castañeda, y la procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos, Raquel Caballero, en representación del gobierno, sentados pacíficamente uno junto al otro en primera fila.
El cardenal afirma que haber encontrado los cuerpos de los pequeños, que haber podido darles por fin un nombre y sepultura, “marca un antes y un después en el momento decisivo de reconciliación” que vive el país centroamericano, tras la anulación de la ley de amnistía de 1993 que perdonaba los crímenes cometidos durante la guerra civil que ensangrentó a El Salvador entre 1980 y 1992. “Hubo una amnistía que decretó el presidente Cristiani en 1993 según el criterio de perdón y olvido. Esta amnistía acaba de ser derogada. Se abrió de nuevo un espacio donde es posible investigar” dijo en otra oportunidad Rosa Chávez, hablando de “dos líneas” para afrontar un pasado controvertido: “una habla de perdón y olvido, la otra de verdad, justicia y perdón. En América del Sud se han aplicado ambas; donde se siguió la línea de perdón y olvido el resultado fue un fracaso; donde se siguió – como en Chile – una línea de justicia y perdón, se obtuvieron los mejores resultados. Personalmente agregaría un cuarto término: reconciliación, como en el esquema colombiano”. Es lo que la Iglesia salvadoreña reclama desde hace tiempo para afrontar la terrible historia nacional. El purpurado enuncia luego el nombre de los niños, que un equipo de antropólogos forenses argentinos convocados para colaborar con los especialistas salvadoreños ha logrado identificar: Norberto, Gladys y Pastor Serrano, tres hermanos de 11, 8 y 3 años respectivamente en el momento en que desaparecieron; Rafael Franco, de cinco años y José Mauricio Menjívar, de la misma edad. Por último, Milagro Navarro Orellana, quien solo pudo vivir hasta los cuatro años.
Los restos fueron localizados el 15 de julio de 2015 a partir de los datos que aportó José Franco, un sobreviviente y padre de uno de los niños, quien señaló a la Comisión de Búsqueda del gobierno la zona donde fueron sepultados al terminar el operativo militar de 1982. El hombre murió hace pocos meses y no alcanzó a sepultar al pequeño Rafael.
«Tras una prolongada investigación se llegó a la conclusión de que los niños habían sido asesinados por soldados y paramilitares en el cantón El Sitio del municipio de Arcatao, Chalatenango, durante el operativo militar denominado “la guinda de mayo”, que tuvo lugar en los meses de mayo y junio de aquel año» especificó la Comisión Nacional de Búsqueda en una declaración emitida antes del funeral.
En julio de 2015 la Corte Suprema de El Salvador ordenó la investigación para identificar el lugar donde fueron sepultados diez menores, entre ellos los seis que acaban de ser identificados y sepultados, quienes desaparecieron durante un rastrillaje de los batallones “Ramon Belloso” y “Atlacatl”. Según la información proporcionada por la Comisión, desaparecieron no menos de 53 niños, 23 de los cuales fueron localizados, cuatro “murieron” y tres “fueron asesinados en el lugar”.