SOS suicidios. El gobierno de Uruguay lanzó la alarma, preocupado por las dimensiones que ha asumido el fenómeno en la población del pequeño país sudamericano, que no llega a los 4 millones de habitantes. Los números fueron creciendo progresivamente desde 2013, y en 2016 llegaron a 20,37 casos cada 100 mil habitantes, con un notable salto respecto a 2015, cuando fueron 18,55, según la unidad de medida comúnmente aceptada. En 2013 el porcentaje fue de 16,13 casos y en 2014 de 17,4.
Las muertes autoinfligidas en 2016 alcanzaron la cota de 709, superior a los casos registrados en 2002, el año de la gran crisis que sacudió América del Sur, cuando se verificaron 690.
Un análisis de los casos muestra que la franja de población más vulnerable es la de los ancianos mayores de 65 años, junto con las personas comprendidas entre los 18 y 35 años. También resulta oportuno observar que por cada suicidio consumado, hay un promedio de siete intentos fallidos.
El fenómeno del suicidio es uno de los que más se ocultan entre los que afectan a la sociedad en su conjunto. En efecto, una de las recomendaciones que hacen las autoridades sanitarias es no darle repercusión pública para no provocar fenómenos de “contagio” o “emulación”.
Solo Cuba y Chile, en América Latina, se acercan a los niveles de Uruguay.