Algunos órganos de prensa colombianos siguen hablando de que el viaje del Papa Francisco al país sudamericano, entre el 6 y el 11 de septiembre, podría reservar una grande y relevante “sorpresa” para la sólida y mayoritaria iglesia católica de esa nación: la proclamación de dos nuevos beatos, el padre Pedro María Ramírez “el mártir de Armero” (1899-1948) y monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve (1916-1989). Quiere decir que si los decretos del Papa llegan a tiempo, es probable que haya dos beatificaciones presididas por el Pontífice durante su próximo viaje. En Colombia, por ahora consideran probable solo la beatificación del padre Pedro María Ramírez durante la Santa Misa que Francisco celebrará el 7 de septiembre en el Parque Simón Bolívar de la capital, Bogotá, pero no ha quedado completamente excluida la del obispo Jaramillo.
Hace pocos días monseñor Fabio Suescún, responsable de la organización de la visita del Papa, confirmó la posibilidad de estos eventos observando que podrían ser “un regalo del Papa el día del encuentro en la Plaza de Bolívar”. Si el padre Ramírez y monseñor Jaramillo fueran proclamados beatos por el Papa Francisco, no solo sería un merecido homenaje a la Iglesia católica de Colombia, que desde hace más de 70 años vive en una especie de “martirio perenne”, atrapada siempre en medio de un juego de violencias cruzadas. Esto ocurre ya desde los tiempos del enfrentamiento entre liberales y conservadores pasando por el dominio del narcotráfico, la narcoguerrilla, los paramilitares y tantas otras violencias “inducidas” por la industria del crimen. Una eventual beatificación de estas figuras del catolicismo colombiano sería también un fuerte mensaje en favor de la reconciliación y por lo tanto un gran aliento para trabajar todos juntos a fin de dar vuelta definitivamente esa larga página de violencia y pluridecenal guerra civil que ha ensangrentado el país.
Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve (1916-1989). Mons. Jaramillo nació el 14 de febrero de 1916 y fue asesinado, cuando tenía 73 años, el 2 de octubre de 1989. Ese día, cuando regresaba de la ciudad de Fortul su automóvil fue detenido por guerrilleros del frente Domingo Laín del Ejército de Liberación Nacional, ELN. Los hombres armados secuestraron al obispo y al padre Elder Muñoz, uno de los tres sacerdotes que lo acompañaban. Más tarde los dos prisioneros fueron separados y al sacerdote, que por pedido del obispo le había dado la Extremaunción, lo dejaron en libertad diciéndole que volviera a ese mismo lugar a la mañana siguiente. Cuando regresó, encontró el cadáver de Mons. Jaramillo con varias heridas de armas de fuego y sin la cruz ni el anillo episcopal. Todo confirma que Mons. Jaramillo fue “juzgado”, torturado durante los interrogatorios y luego ejecutado. El ELN reconoció días después la responsabilidad del crimen y lo justificó con frases grandilocuentes: “Determinamos el ajusticiamiento del obispo Jesús Emilio Jaramillo por delitos contra la revolución (…) como miembro del sector más reaccionario de la jerarquía eclesiástica colombiana”. El comunicado, publicado en el folleto “Liberación”, lo acusó también de penetrar los programas de educación, en complicidad con el Ejército, para favorecer una formación contrarrevolucionaria.
Mons. Jaramillo fue llamado al sacerdocio siendo muy joven y comenzó sus estudios eclesiásticos en 1929 en el seminario del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal, donde fue ordenado presbítero el 1º de septiembre de 1940. Después de los estudios de Teología en la Universidad Javeriana, fue maestro de novicios y rector del seminario de Yarumal. Fue Vicario delegado desde 1950 hasta 1959 y ese mismo año lo nombraron presidente del Secretariado para los laicos. El 11 de noviembre de 1970 el Papa Pablo VI lo nombró obispo titular de Strumnizza y Vicario apostólico de Arauca. Recibió la ordenación episcopal el 10 de enero de 1971. El 19 de julio de 1984 el Vicariado apostólico de Arauca fue erigido en diócesis. En Arauca desarrolló su actividad pastoral y en reiteradas oportunidades declaró públicamente su posición contraria a la guerrilla marxista, sobre todo la que desarrollaba en el territorio de su diócesis el Ejército de Liberación Nacional, segundo grupo armado después de las ex FARC. San Juan Pablo II lo recordó como “servidor del Evangelio” y “víctima de una injustificable violencia”. Por otra parte, monseñor Jaramillo Monsalve fue uno de los dos obispos recordados entre los “cristianos que dieron la vida por amor a Cristo y a los hermanos en América” durante la Conmemoración ecuménica de los Testigos de la fe del siglo XX, el 7 de mayo de 2000, en la celebración del Gran Jubileo.
Padre Pedro María Ramírez “el mártir de Armero” (1899-1948). Hace 68 años el padre Ramírez Ramos fue linchado por una turba de partidarios liberales de Armero-Tolima porque lo consideraban “un conservador fanático y peligroso”. Como si eso no fuera suficiente, 37 años después del homicidio el sacerdote fue acusado de ser “culpable” de la trágica avalancha del 13 de noviembre de 1985 que causó más de 20.000 muertos, porque habría maldecido al país poco antes de morir. El padre Pedro María Ramírez Ramos, reconocido como “venerable” el 28 de mayo de 2016 por decreto del Papa Francisco, nació el 23 de octubre de 1899 en el Municipio de Huila. Cuando tenía solo 16 años entró al Seminario de María Inmaculada en Garzón, el 4 de octubre de 1915. En 1920 se retiró del Seminario pero ocho años después reingresó en el Seminario de Ibagué (Tolima). Fue ordenado sacerdote en 1931 a los 31 años. El obispo de Ibagué de aquel momento, monseñor Pedro Martínez, lo nombró párroco de Chaparral (1931), de Cunday (1934), de Fresno (1943) y finalmente de Armero-Tolima. El 9 de abril de 1948 el padre Pedro se encontraba en el hospital del pueblo visitando a un enfermo cuando llegaron de Bogotá las primeras noticias del asesinato del candidato liberal Pedro Elicer Gaitán e inmediatamente estalló una ola de violencia aterradora. Armero-Tolima no quedó al margen de la marea que fue creciendo en todo el país con el enfrentamiento entre los liberales partidarios de Gaitán y los conservadores que seguían al presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950). En los incidentes de Armero-Tolima grupos de fanáticos atacaron muy pronto al padre Pedro María al que consideraban cercano a ambientes conservadores, pero él consiguió refugiarse en la iglesia. Las hermanas del convento adyacente (Mercedarias Eucarísticas) y algunas familias ofrecieron ayuda al sacerdote para huir de la ciudad durante la noche, pero él se negó con decisión. El 10 de abril a la tarde una turba de liberales profanó la iglesia y el convento exigiendo que entregaran “las armas ocultas”. Cuando verificaron que las presuntas armas no existían, decidieron arrestar al padre Pedro María, a quien llevaron a la plaza central y lo lincharon con golpes de machete. El cuerpo martirizado del sacerdote quedó abandonado en la plaza varias horas y recién a medianoche arrastraron el cadáver hasta la entrada del cementerio. Allí lo colocaron en una fosa sin hábito talar, ataúd ni ceremonia religiosa alguna. Cuando algunas autoridades de Bogotá llegaron a Armero era ya el 21 de abril, se autorizó la autopsia y una sepultura cristiana respetuosa. Casi un mes después los familiares pudieron trasladarlo hasta el cementerio de La Plata, pueblo natal del sacerdote, y a lo largo de todo el recorrido, pasando por Ibagué, Espinal, Neiva y Garzón, miles de personas lo lloraron formado un largo y estremecedor cortejo. A partir de aquel momento su tumba se convirtió en centro de devoción y meta de peregrinaciones, una veneración que continúa hasta la actualidad.