Es probable que tenga razón el cardenal de Cuba Jaime Ortega cuando afirma, como lo hizo al presentar su libro “Encuentro, Diálogo y Acuerdo” en el Centro Cultural Félix Varela de La Habana, el pasado viernes 16 de junio, que los acuerdos alcanzados y el posterior “cambio de los actores principales” que los hicieron posible puede proyectar alguna sombra o retrasar “mucho la obtención de resultados aceptables por todos en la solución de los conflictos”, pero que el sentido de los acuerdos suscriptos con la mediación del Papa tiene características de durabilidad. Los números de la encuesta que realizó en estos días un importante instituto estadounidense que depende de la Universidad de Florida Atlantic parecen confirmar la previsión del purpurado autor del libro. La nueva situación diplomática que se ha creado después del reciente anuncio del presidente Trump que básicamente desarticula los acuerdos alcanzados entre La Habana y Washington el 17 de diciembre de 2015, deja más perplejos a los estadounidenses de lo que parecía posible imaginar. En Florida, cuna de los exiliados de la Isla y reservorio electoral de Trump, el anuncio de la marcha atrás asigna al presidente 13 puntos menos de favor en comparación con los anuncios de deshielo formulados por su predecesor Obama hace un año y medio. Un 34% de ciudadanos del estado de Florida aprueba el endurecimiento hacia Cuba mientras un 47 por ciento apoya el deshielo iniciado por Obama.
El estudio fue realizado entre el 16 y el 18 de junio, inmediatamente después de los anuncios que hizo Trump en Miami, y sus autores consideran que tiene un margen de error de 4,3 puntos porcentuales. Vale decir que las posibles variaciones no son susceptibles de modificar excesivamente las diferencias, que resultan bastante considerables. El sondeo muestra que Trump, con las medidas restrictivas impuestas a Cuba, habría perdido popularidad incluso dentro de la influyente comunidad cubano-estadounidense de Miami, donde la aprobación de su política pasó del 36 al 35% y la desaprobación creció del 38 al 44 por ciento.
La medida más importante, que prohíbe realizar negocios con las empresas del holding controlado por las Fuerzas Armadas de Cuba, cuenta con el apoyo del 42 por ciento de los entrevistados, contra un 25 por ciento que se opone y un 33 que declara tener dudas. Las nuevas restricciones a los viajes de estadounidenses a Cuba tienen un apoyo del 44% y un rechazo del 32, mientras un 24 por ciento declara que no tiene ninguna opinión al respecto. Por el contrario, la decisión de mantener abierta la embajada estadounidense en Cuba recoge el 61 por ciento de los consensos contra el 13 de rechazo y el 15 por ciento de opiniones no expresadas. En cuanto al principal argumento presidencial de que el paquete de medidas restrictivas y/o abrogativas beneficia a los cubanos y mejora sus vidas, el escepticismo de los habitantes de Florida es fuerte: solo un 21 por ciento espera mejoras, contra un 36 que piensa que las cosas van a empeorar y un 43 por ciento que no espera ningún cambio.
Analizando la encuesta sobre una base confesional, se observa que solo un 28% de los interpelados católicos aprueba “decididamente” a su presidente, con un 10% que lo juzga positivamente aunque con algunas reservas, un 47% que lo desaprueba “decididamente” y otro 9 por ciento que declara que no está contento. Una base muy alejada de aquella que lo condujo a la Casa Blanca y que muestra que un número cada vez mayor de votantes católicos toma distancia de la política de Trump. La grieta se agranda también con respecto a los protestantes evangélicos no hispánicos que por amplia mayoría apoyan las políticas de Trump, confirmándose como la verdadera base de apoyo del presidente estadounidense: solo un 20 por ciento lo objeta, contra un 74 que lo avala. Cifras que, evidentemente, desmienten la tesis tan repetida de que los republicanos son aliados naturales de la Iglesia. Sobre Cuba, en Florida, no es así.