Apenas diez meses después de la apertura de los Juegos Olímpicos, la utopía de un Río de Janeiro moderno, sano, limpio y seguro parece haber quedado en las imágenes de una ceremonia festiva y colorida. Antes de los Juegos, todas las promesas remitían a un futuro alentador. Río ganaría un sistema de transporte moderno e integrador y sus habitantes podrían practicar diversas modalidades deportivas gracias a las instalaciones construidas que quedarían para todos.
Cuando aparecía alguna crítica sobre la pertinencia de realizar las Olimpíadas, la prefectura rebatía afirmando que dos de esas instalaciones – la Arena Carioca 3 y la Arena del Futuro – se transformarían en “Escuelas del Mañana”; que la ciudad ganaría nuevos sistemas de transporte veloces y seguros que conectarían barrios que hasta ese momento estaban incomunicados; que todas las localidades de los Juegos – incluso una de ellas ubicada en una región pobre, tradicionalmente abandonada por el poder público – se transformarían en parques de recreación y deportivos para las familias; y además, que los atletas brasileños contarían con estructuras del primer mundo para entrenarse.
Sin embargo, el futuro ya llegó y hoy Río es una ciudad endeudada y con los mismos problemas de siempre. No hubo ninguna herencia deportiva ni urbana realmente decente. ¿Cómo puede un evento como los Juegos Olímpicos costar más de 43 mil millones de reales (13,5 mil millones de dólares) en modernización de equipamiento e infraestructura y no dejar una herencia positiva para la ciudad de Río de Janeiro?
Estructuras deportivas. El informe del Ministerio Público Federal (MPF) sobre las arenas y los gimnasios construidos para las Olimpíadas en Río es impactante. Las instalaciones del Parque Olímpico y del Parque Radical de Deodoro, ambas bajo la responsabilidad de la Prefectura, están abandonadas. La solución propuesta por el ex prefecto Eduardo Paes que consistía en realizar convenios público-privados, no fue aprobada. “No había un plan B”, admitió la subsecretaria de Deporte y Tiempo Libre de la Prefectura de Río, Patricia Amorim, en una audiencia pública ante el Ministerio Público Federal. La ciudad de Río testimonia una completa falta de planificación sobre el destino y el mantenimiento de las estructuras deportivas. “Goteras por todas partes”, “acumulación de agua junto a las paredes”, “moho”, “corrosión”, son algunos de los diagnósticos que se repiten en el informe del MPF.
El reportaje del diario O Globo ofrece algunas descripciones desalentadoras. El Parque de Deodoro, que costó 700 millones de reales (218 millones de dólares) y tiene una superficie de 500 mil m², ni siquiera cuenta con vestuarios. “Sería necesario alquilar un container o hacer obras para adaptarlo”, reconoce Patrícia Amorim. La promesa del uso público de la piscina, especialmente durante la época cálida del verano, nunca se concretó. Además, el pavimento de la pista de Ciclismo BMX está destruido y la estructura se encuentra en pésimo estado. El agua verde de la piscina que se utilizó para las pruebas de kayak denuncia la falta de tratamientos apropiados. El piso de goma, alrededor del agua, ha sido parcialmente desmontado. El equipamiento para canotaje está encerrado y abandonado en armarios. En el Velódromo hay grietas en las paredes y en el piso, corrosión en las piezas metálicas estructurales y en los cerramientos, además de moho y bloques de cemento sueltos y sin argamasa para fijarlos. Además el local necesita mantener el aire acondicionado encendido al máximo debido a la madera especial instalada en la pista. En el Centro Olímpico de Deportes Acuáticos, la piscina de calentamiento de los atletas se vació después de las Paraolimpíadas pero no recibió mantenimiento y acumuló el agua de lluvia junto con basura y proliferación de insectos. En la pista de Atletismo hay placas sueltas y baches. También se relevaron barreras de contención oxidadas y gradas sin mantenimiento. El campo de golf olímpico, que costó 64 millones de reales (20 millones de dólares), quedó sin ningún tipo de conservación porque se dejó de pagar a los empleados. Pero incluso antes de suspender los trabajos, estaba subutilizado, porque a fin de cuentas solo el 0,025% de los cariocas son golfistas.
“Todo el Parque Olímpico tiene un costo de 3,2 millones de reales por mes solo para mantenimiento. La población paga esa cuenta aunque no puede usarlo”, critica Leandoro Mitidieri, del MPF. “Necesitamos que la sociedad civil nos ayude a encontrar soluciones para estas estructuras”. Según el procurador, el MPF va a solicitar un plan de emergencia y posteriormente una planificación seria para el uso de estas instalaciones.
Hasta el estadio de Maracanã, símbolo del fútbol brasileño, está sufriendo. Fue entregado en concesión a Odebrecht para ser reestructurado y adecuado para la Copa del Mundo y las Olimpíadas, y su futuro sigue siendo indefinido. El concesionario, involucrado en enormes escándalos de corrupción y fuertemente endeudado, dejó de efectuar cualquier tipo de servicio en el estadio y quiere desligarse del mismo lo más rápido posible. El gobierno del Estado estudia la manera de acordar una nueva concesión a otras empresas. Entre tanto, cientos de atletas, jóvenes y niños siguen sin poder contar con un espacio de entrenamiento en el Parque Aquático Júlio Delamare y en el Estádio de Atletismo Célio de Barros, que se encuentran dentro del complejo del estadio y fueron clausurados años antes de la Copa y de los Juegos.
Otras áreas. Pero no solo en el área deportiva se ha frustrado el legado olímpico. En el área del transporte, el gobierno de Río de Janeiro, en colaboración con el gobierno federal, había prometido una línea de subterráneo que conectara el centro de la ciudad con la Barra de Tijuca, barrio noble pero muy alejado de la ciudad, donde se encuentra una parte de las instalaciones olímpicas. Se construyó solo la mitad de lo que habían prometido, privando a la ciudad de una línea completa que hubiera podido resolver los serios problemas de tráfico pesado. En el área de educación, la subsecretaria Patrícia Amorim ya admitió que no hay presupuesto para construir las escuelas prometidas en la planificación del legado olímpico.
En el área de saneamiento y medio ambiente, un informe elaborado por el Tribunal de Contas da União muestra que siete de los nueve proyectos previstos para antes de la competencia no se terminaron. Los casos más emblemáticos son el de la Bahía de Guanabara y el de las Lagunas de Jacarepaguá, que se encuentran junto al Parque Olímpico. En la bahía, el objetivo era tratar el 80% de las aguas servidas que se descargan allí diariamente. En las lagunas, la promesa era el drenaje y recuperación de las mismas. En ninguno de los dos casos se construyeron las estructuras de la estación para el tratamiento de los residuos. “Es otra oportunidad perdida, el legado es casi nulo”, afirma el procurador Leandro Mitidieri.
No hay ninguna perspectiva de que se reanuden o concreten las promesas hechas antes de las Olimpíadas. Río de Janeiro está atravesando una gravísima crisis económica. La Prefectura de Río, principal responsable de las obras del legado olímpico en la ciudad, publicó un comunicado en el diario O Globo donde afirma que “los Juegos Olímpicos son un catalizador para que se realicen proyectos en diversos sectores, incluyendo el medio ambiente, la educación y el transporte. Sin embargo, no se pueden considerar como la solución de todos los problemas de una ciudad, y además, en un período de menos de siete años (desde 2009, cuando se eligió a la ciudad como sede para los Juegos, hasta 2016)”.
Arquidiócesis. Dom Orani Tempesta, cardenal de Río de Janeiro, prefirió hablar de manera más amplia sobre los problemas de Río. “Río de Janeiro está sufriendo mucho con los problemas en educación, salud, seguridad y otros sectores. Las personas están angustiadas por la crisis y tenemos que estar junto a ellas”, afirmó. Para el cardenal, con la Jornada Mundial de la Juventud, la Copa del Mundo y las Olimpíadas, Río de Janeiro tuvo varias oportunidades para crecer y no supo aprovecharlas. “Era un momento propicio para catalizar los problemas y encaminar las soluciones. Para organizar junto con las empresas o las personas que tenían interés y posibilidad de contribuir para que Río fuera mejor. Lamentablemente no se hizo”.