CHILE. EN BUSCA DEL VOTO EVANGÉLICO. Un botín de dos millones y medio de votos que tendrá un peso considerable en las elecciones de noviembre

Rumbo a las elecciones presidenciales
Rumbo a las elecciones presidenciales

El voto del variopinto universo evangélico latinoamericano fue importante – algunos dicen que incluso fue determinante – en la elección del gobernador de Río de Janeiro, en octubre del año pasado. El pastor Marcelo Crivella cosechó casi el 60 por ciento de los sufragios. También fue relevante – algunos dicen que incluso fue decisivo – para rechazar el referéndum que debía aprobar los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC que se firmaron el La Habana, tras cuatro años de laboriosas negociaciones. Resulta entonces legítimo preguntarse de qué manera jugarán las congregaciones evangélicas en Chile, considerando que entre 2014 y 2016 se constituyeron en ese país 675 entidades religiosas – una nueva comunidad cada 38 horas en los últimos tres años -, el 90 por ciento de las cuales corresponde a agrupaciones evangélicas de matriz pentecostal.

Datos recientes del Ministerio de Justicia atestiguan que en este momento en Chile hay 3.135 entidades religiosas debidamente registradas, y también en este caso – siempre según la fuente oficial – tomamos conocimiento de que en su mayoría pertenecen a iglesias evangélicas de matriz pentecostal. El censo nacional que se realizó en 2013 asigna a las iglesias evangélicas un 16,62% de la población que sigue sus cultos, nada menos que tres millones y medio de ciudadanos, de los cuales dos millones y medio están  habilitados para votar. Un botín nada despreciable, capaz de modificar los equilibrios políticos en una eventual elección con estrechos márgenes de diferencia. ¿De qué manera se repartirá en noviembre este reservorio de votos, cuando el país elija al sucesor de Michelle Bachelet tras dos mandatos presidenciales en el poder?

En el siglo pasado el reducido mundo evangélico chileno luchó por la separación de la Iglesia católica del Estado nacional y apoyó posiciones laicistas e incluso gobiernos radicales que la propugnaban, incluyendo a la socialista Unidad Popular. El golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y la larga dictadura de Pinochet dividieron después a los protestantes. El gobierno militar tendió puentes a las iglesias evangélicas para contrarrestar la creciente oposición de la Iglesia católica, que en nombre de los derechos humanos se inclinaba cada vez más hacia la oposición al régimen militar. Muchos evangélicos fueron seducidos y apoyaron la dictadura. Con el retorno de la democracia, el primer presidente electo Patricio Aylwin, de la Democracia Cristiana (1990-1994), trató de convocar a las dos principales corrientes del  mundo evangélico – el Consejo de Obispos y la Confraternidad Cristiana – obteniendo un discreto resultado,- aunque no logró atraer a la totalidad del movimiento evangélico nacional.

En el actual mundo evangélico chileno se pueden distinguir dos tendencias. Una que apoya una “agenda de valores”, que con toda probabilidad será también la clave del comportamiento electoral en las elecciones de noviembre. “Es muy probable que un evangélico vote por alguien que esté en contra del matrimonio homosexual, en contra del aborto en todas sus definiciones” declaró al diario chileno La Tercera el coordinador de la entidad interevangélica Observatorio Iglesia y Sociedad, Matías Maldonado. Cuando le preguntaron por qué el mundo evangélico chileno no cierra filas detrás de su propio candidato, como ocurrió en Brasil, Maldonado no excluyó en principio esa posibilidad, pero respondió que los tiempos todavía no están maduros, que dentro de algunos años (cerca de 20, según su previsión) se llegará a eso, aunque siempre cumpliendo con algunas condiciones especiales: “que tenga estudios avanzados y que pertenezca a la clase media”. Esta tendencia que podríamos denominar “políticamente de centro” actualmente está representada por un candidato que ya obtuvo más del 10 por ciento de votos en las elecciones de 1991 y después cayó en desgracia por un oscuro y mal resuelto escándalo de abusos sexuales. Franco Parisi decidió este año relanzar su carrera presidencial con el apoyo de su gran patrocinador, Danny Molina, de la Iglesia Generación de Adoradores” y del nuevo partido Unidos en la Fe, que recogió el número de firmas necesario para presentar la candidatura presidencial y está completando los trámites de inscripción. “Nuestra doctrina está basada en traer los valores de vuelta y que todo lo que hagamos reduzca los diez mandamientos a dos: que honre a Dios y que sea un  beneficio para nuestro prójimo. Incluso gente atea provida nos ha llamado porque están en contra del aborto”, declaró Danny Molina.

Una segunda tendencia dentro del universo evangélico chileno se presenta como más transversal al mundo político. El vocero de esta tendencia es Cristian Nieto, director de comunicaciones del Concilio Nacional de Iglesias Evangélicas. Nieto afirma con fuerza y claridad que ellos no promueven la creación de un partido político evangelical. “Tenemos cosas que defender, somos una iglesia, somos conservadores en el aspecto valórico, pero también tenemos un margen de otros miembros menos conservadores”, aclaró a La Tercera, y volvió a insistir en que no tienen ninguna intención de formar un partido tradicional. Nieto en cambio se pronunció a favor de un grupo parlamentario evangélico donde confluyan candidatos de las diferentes iglesias, y que cada uno milite en el partido político que prefiera.

*Con la colaboración de Silvia Pizio

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