Con respecto a la crisis venezolana, no hace mucho se empezó a hablar nuevamente de una eventual y no mejor precisada mediación de la Santa Sede. Pocos días atrás, doce países latinoamericanos manifestaron una posición común sobre dicha situación (1), concretamente después de la escalada de enfrentamientos que ya tiene un saldo de 26 víctimas desde el 4 de abril hasta hoy. Los países eran: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, El Salvador, Guatemala, Panamá, México, Paraguay y Uruguay. Estos países piden insistentemente una mediación vaticana, en particular del Papa Francisco.
Hace ya tres años que piden al Vaticano que intervenga en la compleja cuestión venezolana, pero hasta ahora no fue posible llegar a un acuerdo sobre el tema entre las partes
La Santa Sede nunca fue mediadora en el conflicto entre el gobierno y la oposición venezolana. Cuando ambas partes lo solicitaron formalmente, el Vaticano empezó a actuar como “facilitador” en la mediación que técnica y políticamente estaba desarrollando la UNASUR, Unión de Naciones Suramericanas; mediación que, como es sabido, fue un fracaso. El año pasado, cuando varias voces hablaban de su inminente intervención y para evitar cualquier equívoco que hubiera podido ser aprovechado tanto por el gobierno como por la oposición de Venezuela, la Santa Sede escribió una carta explicando que solo tomaría en consideración colaborar en el diálogo si recibía una solicitud formal y oficial de las dos partes. En efecto, algunas semanas después el Vaticano anunció su participación como “facilitador” del diálogo y con ese rol intervino en dos rondas de coloquios certificando el logro de importantes acuerdos, que sin embargo nunca se respetaron.
Ahora se vuelve a plantear una situación que en cierta forma es semejante a la que hemos referido: piden una mediación vaticana pero no lo hacen las partes, gobierno y oposición, sino doce países latinoamericanos, y en este estado de cosas se vuelve a crear un nuevo equívoco que no promete nada bueno para el futuro. El pedido de los doce países, que tienen la sincera intención de ayudar a Venezuela, es muy importante, pero los únicos que pueden pedir una mediación vaticana y obtener una respuesta en este sentido son el presidente Nicolás Maduro y los partidos de la oposición reunidos en la Mesa de Unidad Democrática.
Y hasta hoy, no resulta que las partes hayan presentado una solicitud de este tipo.
Es verdad, como se ha dicho muchas veces, que el Papa y la diplomacia vaticana harán siempre todo lo que esté a su alcance para ayudar a Venezuela a superar esta hora tan dramática, pero es igualmente cierto que la relación con la Santa Sede debe ser clara, honesta y transparente. No ayuda declarar que desean apelar al Vaticano si después esta apelación resulta ser una táctica para ganar tiempo y espacio, sin encarar realmente la solución que el país exige.
Nadie puede pensar que, mientras se cuentan los muertos, algunos crean tener una especie de derecho especial a enarbolar el nombre del Papa a su antojo.