Cuatro meses, el mismo número que los años de pontificado de Bergoglio. La edición argentina de L’Osservatore Romano, la primera en el mundo de este tipo, ya llegó al cuarto número. Un número especial, al igual que los anteriores, dedicado al cuarto aniversario del Papa argentino. Es poco tiempo, demasiado poco tiempo para hacer pronósticos sobre el futuro de cualquier periódico, y sobre todo si es tan particular como el órgano oficial de un papa, de lo que hace, de la curia que lo acompaña, de la diplomacia que actúa en su nombre. Y especial también por otra razón. El primer editor de la edición argentina – aunque ya estamos dando por sentado que después de él vendrán otros – es un protestante. En efecto, Marcelo Figueroa es biblista, teólogo y pastor de la Iglesia presbiteriana de San Andrés. Durante veinticinco años dirigió la Sociedad bíblica argentina y formó parte de numerosos Comités internacionales de la Alianza bíblica universal. Sin embargo, no le sorprende que Bergoglio lo haya convocado para dirigir el órgano oficial por excelencia de la Santa Sede, que lleva escrito unicuique suum bajo el rótulo. “No, no fue una sorpresa, aunque comprendo que en Europa haya resultado desconcertante que se confiara un encargo como este a un protestante”, responde. La idea de la edición argentina fue suya. “Se lo sugerí en una conversación, y conversando llegaron otras decisiones; puedo decir que fue un parto sin abusar de la imagen”. En efecto, la gestación del órgano vaticano made in Argentina duró exactamente nueve meses, ni un día más ni uno menos, hace notar Figueroa. “Empezamos a hablar sobre este tema el 30 de marzo (2016), el día de mi cumpleaños cuando me llamó por teléfono, y el primer ejemplar salió el 30 de diciembre, exactamente nueve meses después”. Ese tiempo sirvió para estudiar el terreno y sondear los ánimos: “todo fue consensuado”, explica Figueroa. “Con la Conferencia Episcopal argentina, con la Secretaría vaticana para la Comunicación y con los principales responsables de L’Osservatore Romano”.
Marcelo Figueroa, junto con el rabino Skorka y Bergoglio, formaba parte del trío que periódicamente se reunía en el décimo piso de Avenida Rivadavia 413, donde se encuentran los estudios de Canal 21, la emisora de la diócesis de Buenos Aires, para dialogar sobre fe, vida, familia y modernidad. «Era lo que se denomina “falsa directa”; grabábamos 50 minutos de programa y así se emitía. No teníamos tiempo de repetir para modificar algo, y en realidad tampoco hacía falta». Se emitieron con regularidad treinta y dos episodios de “Biblia, diálogo vigente”, porque la número treinta y tres quedó en el tintero: “La haremos cuando vuelva a casa”, dijo Bergoglio antes de partir para el cónclave. El tema que quedó pendiente, cuenta Marcelo Figueroa, era “la amistad”. Mientras espera que vuelva Bergoglio para decidir si reanudan las transmisiones, Marcelo Figueroa se ocupa de llevar adelante todo el trabajo que requiere la dirección.
Cuatro meses son muy pocos para hacer un balance. Marcelo Figueroa es muy consciente de eso y prefiere hablar de “respuesta a una necesidad” para explicar el nacimiento del diario vaticano en su versión argentina. “La necesidad de ‘encontrarse’ con la palabra de Francisco de una manera directa y completa, y la necesidad de intentar una exégesis argentina y latinoamericana de su pontificado”. Cita los artículos del rector de la Universidad Católica Víctor Manuel Fernández, del rabino Skorka, del padre Pepe di Paola, de los teólogos Scannone y Galli, del cardenal brasileño Hummes, del filósofo argentino Kavadloff, de Pérez Esquivel y de muchos otros que se encuentran en los primeros números. Y también la necesidad, agregamos nosotros, de neutralizar a los que creen que detentan el monopolio del Papa. “Me sorprende que haya gente que se comporta de esa manera, porque para mí el Papa es un regalo de Dios para la Argentina, para América Latina y para todo el mundo, y nadie se puede arrogar el derecho de tener la exclusividad. Por eso es importante darle voz a otras voces”. Las resistencias contra el periódico – observa Figueroa – “son las mismas que se manifiestan contra el mensaje de Francisco, un mensaje que interpela y desafía”. Ciento veinte días tampoco alcanzan para trazar el perfil del lector de la edición argentina de L’Osservatore Romano. “Solo puedo decir que nuestro lector es heterogéneo”, arriesga Figueroa. “Sé que hay personas que lo leen y no van a la parroquia, y otras que ni siquiera son católicas. Para mí el desafío no es solo subsistir sino llegar a todos, católicos y no católicos, ateos y personas que quieran conocer la voz de Francisco”.
El camino es arduo. La historia de la prensa de inspiración católica en Argentina está sembrada de lápidas. El semanario Esquiú, la ‘Familia Cristiana’ argentina de los años ’80, debió cerrar; Vida Nueva, la edición para el Cono Sur de la homónima revista, que tantas expectativas había creado, hace tiempo que ya no está en los kioscos, y otros medios como Criterio o que dependen de los movimientos como Ciudad Nueva o Huellas son publicaciones con una tirada reducida… “Es cierto. Para nosotros fue muy importante encontrar un vehículo como Perfil que nos resolvió el gran problema de la distribución”. ¿Cifras? “El sábado, entre Perfil y la distribución directa en las parroquias, librerías, grupos de ancianos y cárceles que estamos organizando y ampliando poco a poco, llegamos a los 80.000 ejemplares por semana. El número especial de 32 páginas por el IV aniversario del pontificado ronda los 200.000 ejemplares”.
Circulan varias fechas para la visita del Papa a la Argentina en 2018. La última – que ya fue desmentida – decía que estaría en Buenos Aires a mediados de abril. Y aquí vuelven a entrar en juego las amistades. “No me dijo cuándo vendrá, y si me lo hubiera dicho, no lo diría. Estuve muchas veces con él, nos comunicamos por teléfono y por mail, y siempre he pensado que la discreción honra la amistad. Para él la amistad es sagrada, y la sacralidad también tiene que ver con el respeto de la privacidad”.