La oportunidad para que el Papa Francisco vuelva a México ya se ha presentado, y la invitación también. La primera es la canonización de tres pequeños adolescentes mártires de la fe en el México del siglo XVI, Antonio, Cristóbal y Juan, tres niños indígenas conocidos como “los mártires de Tlaxcala” que fueron asesinados “por odio a la fe” entre 1527 y 1529, en plena conquista española del imperio azteca. El Papa ha dado luz verde para que sean proclamados santos, pero habrá que esperar hasta el próximo consistorio, cuya fecha todavía no se ha determinado, para saber cuándo y dónde tendrá lugar la ceremonia de canonización. En cuanto a la invitación, podría llegar en los próximos días y ya fue anticipada por el arzobispo de la ciudad de Tijuana, mons. Francisco Moreno Barrón, quien también es el postulador de la causa de los tres futuros santos. “Es probable que la Diócesis de Tlaxcala, en comunión con los demás obispos mexicanos, inviten al Papa Francisco a México para que realice aquí la ceremonia”, anticipa el prelado, aunque explica que es muy consciente de la apretada agenda del pontífice y que la ceremonia también podría llevarse a cabo en la Plaza de San Pedro como generalmente ocurre. Pero la esperanza es lo último que se pierde, porque Antonio, Cristóbal y Juan son los primeros mártires de América y Cristóbal fue muerto en 1527, solo tres años después de que llegaran a México los primeros misioneros franciscanos encabezados por el famoso fraile Toribio de Benavente, llamado Motolinia.
Cristóbal fue asesinado por su padre a los 13 años porque rompió los ídolos paganos que se veneraban en la familia, Antonio y Juan tuvieron el mismo fin a manos a otros indígenas cuando acompañaban como intérpretes a los frailes franciscanos en una expedición al centro comercial de Oaxaca, en la región sur del México, que los aztecas denominaban Huaxyácac, “lugar de los árboles de Guaje”.
Los tres niños mártires de Tlaxcala fueron declarados beatos por Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México el 6 de mayo de 1990.