A fines de 2016 el Instituto Datafolha publicó una investigación que hizo sonar un timbre de alarma en la Conferencia nacional de obispos de Brasil (CNBB). El estudio muestra que en los últimos dos años 9 millones de personas abandonaron el catolicismo en el país. En 2014 el porcentaje de la población que declaraba ser católica era del 60%, mientras en diciembre de 2016 bajó al 50%. En el mismo período, los fieles pentecostales o neopentecostales pasaron del 18 al 22%. Si bien la reciente baja en el porcentaje de católicos no estuvo acompañada por una amplia expansión de los fieles pentecostales o neo pentecostales, lo que preocupa a los obispos es otro dato: la mitad de los que declaran ser pentecostales o neopentecostales provienen de la Iglesia Católica donde habían crecido.
Recientemente la CNBB organizó un encuentro para discutir el crecimiento de las iglesias pentecostales y neopentecostales. Las conclusiones identifican diversas causas: los evangélicos cuentan con una estructura más dinámica y pueden llegar hasta las personas de una manera más rápida, en cualquier lugar donde se encuentren; aprovechan la ingenuidad o la mala formación de los católicos – sobre todo los que viven en las zonas rurales o en las periferias de las grandes ciudades – y llevan adelante una intensa propaganda contra el catolicismo; y por último, los evangélicos recurren a una fuerte carga emocional para atraer a las personas.
¿Cómo enfocan estos problemas los obispos? ¿Cómo pueden responder a la realidad? ¿Qué propuestas pueden ser útiles para invertir la situación?
En la CNBB todos están de acuerdo en que las respuestas que ofrecen los pentecostales o neopentecostales a los que tienen problemas de salud, accidentes o situaciones graves son más atractivas que las católicas. “A menudo la razón por la cual las personas dejan la Iglesia Católica es de tipo material: la promesa de una ayuda material que prácticamente compra, adquiere la persona, y después la deja con la sensación de haber sido traicionada y desilusionada”, afirma monseñor Francisco Biasin, presidente de la Comisión de ecumenismo y diálogo interreligioso de la CNBB.
Pero el problema principal es que no hay un punto de encuentro con estas personas que tienen dificultades. “Tenemos que ser más misioneros, encontrar la forma de estar más presentes en las periferias y en el interior, hacer todo lo posible para que haya una figura de referencia en cada comunidad”, afirma el cardenal de San Pablo, dom Odilo Scherer. “Lo importante es ir a buscar los fieles a sus casas, a las escuelas, a las instituciones. Ser una Iglesia proyectada hacia el exterior.
Por eso una de las propuestas de la CNBB es que el obispo elija en cada caso por lo menos dos laicos reconocidos como católicos que sean un punto de referencia para sus vecinos y animen la comunidad. “Que la comunidad perciba que hay alguien que está allí en nombre del obispo, en nombre de la Iglesia, que los anima y que también los ayuda a afrontar las dificultades, los problemas, las discusiones, los alejamientos, que hacen presente la misericordia. Creo que en cierta forma falta este elemento, que falta bastante en realidad”, afirma dom Leonardo Steiner, secretario general de la CNBB. Además, también hay que ofrecer en las mismas comunidades – y no en las parroquias – grupos de oración, grupos juveniles y de otro tipo. Esto podría balancear, a su criterio, el hecho de que los pastores pentecostales están casados, viven en las comunidades y pasan gran parte del tiempo con los fieles, a diferencia de los sacerdotes, que tienen que ocuparse de la parroquia y a veces están alejados de la gente.
Pero si no hay una autonomía real de los laicos católicos, nada puede cambiar. Esa es la opinión de monseñor Enemésio Lazzaris, obispo de Balsas en el Estado de Maranhão, una de las regiones que más resienten el crecimiento de los pentecostales. “Hemos comprendido que uno de los éxitos de las iglesias evangélicas es que cada uno se siente iglesia, con una autonomía casi completa. Nosotros a veces delegamos la autoridad, pero la retenemos, controlamos demasiado. Tenemos que dar mayor libertad, más autonomía a estas personas”.
Otra propuesta importante para la CNBB se refiere a la formación bíblica y la catequesis de los fieles. Se considera que una de las posibles soluciones es proponer en las comunidades cursos más frecuentes y menos extensos, con un lenguaje más sencillo y directo. “Necesitamos una mayor presencia cercana a los católicos, evangelizar más y ayudarlos a profundizar la fe, para que tengan una mayor consciencia de su propia fe y puedan crecer, para evitar confusiones e incertidumbres”, afirma dom Orani Tempesta, cardenal de Río de Janeiro.
Por último, constituye un desafío para la CNBB el fuerte componente emocional que utilizan los pentecostales para atraer a los fieles, lo que a mediano y largo plazo puede ser un problema. Dom Leonardo Steiner recuerda que el Papa Francisco, al cerrar el Año de la Misericordia, dejó en claro que “se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales”. El problema de hacer hincapié en el factor emocional es que la experiencia se puede derrumbar. Dom Steiner confirma que “los estudios han demostrado que las personas abandonan las Iglesias tradicionales (católicas y otras), se van a otra Iglesia y después a otra y a otra, y después… a ninguna. Tienen su Dios personal”. De esa manera las personas pierden la relación personal con la Iglesia.
Por eso, dice dom Steiner, la Iglesia no debe responder con la misma moneda. Lo importante es concentrarse en la manera de evangelizar. “A algunos les gusta, por ejemplo, expresar su fe de manera más emocional, y se alejan del compromiso de transformación social. La Iglesia no puede ceder a ese tipo de deseos, porque iría en contra de su misión fundamental, que es anunciar integralmente el Evangelio de Cristo”, explica.
“Creo que podemos aprender algunas cosas de nuestros hermanos pentecostales”, afirma monseñor Biasin. “Hay maneras de tomar en cuenta dentro de la Iglesia algunas reivindicaciones legítimas del pentecostalismo”, y cita como ejemplo el movimiento de Renovación Carismática. O bien ofrecer a los fieles que lo deseen una liturgia más participativa y emocional, con énfasis en los dones del Espíritu Santo, el exorcismo, la lectura de las Sagradas Escrituras y la música. “Concebir el diálogo católico-pentecostal como una manera de compartir dones es algo posible y útil para el futuro de la Iglesia”, concluye dom Biasin.