35 años después de la fatídica rendición y los eventos que eso desencadenó en Argentina y afuera, una delegación de este país visita las Malvinas. La preside el Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel y los miembros de la Comisión Provincial de la Memoria, ente ellos Nora Cortiña, la histórica fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, el sacerdote de las villas José María di Paola, más conocido como padre Pepe, y Ernesto Rodríguez en representación de los ex combatientes de Malvinas, quien llevó a cabo las negociaciones para que pudiera realizarse la visita.
El viaje comienza el viernes 10 de marzo y hace escala en Río Gallegos, último punto continental argentino, para poner rumbo a Puerto Stanley, capital y única ciudad propiamente dicha del archipiélago. En las valijas cargadas con todo lo necesario para los siete días que durará la estadía, los catorces emisarios llevan también un programa parcialmente definido, abierto a las situaciones que se vayan presentando. “En la mía”, sonríe el padre Pepe, “va la imagen de la Virgen de Luján que me entregaron los ex combatientes de Malvinas. La llevaré al cementerio de Darwin donde antes había una, pero la rompieron en un acto de vandalismo por el que pidieron disculpas las autoridades del lugar”.
Los apuntes de trabajo, que también se incluyen en las valijas junto con otros documentos, puntualizan uno de los objetivos del viaje: “Reconstruiremos en esta tierra de la memoria lo que vivieron los protagonistas y realizaremos un acto de homenaje a todos los que perdieron la vida y sufrieron la violencia del Estado argentino”
Está prevista también una visita al Monte Longdon, donde el 12 de junio de 1982 se peleó la batalla más cruenta entre las tropas inglesas y los soldados argentinos, que fue decisiva para el resultado del conflicto. Allí tendrá lugar una entrevista con el director del Penguin News, el único periódico al alcance de los 3000 habitante de las islas Malvinas.
“Iremos a rezar a los dos cementerios, donde están sepultados los soldados británicos y donde están nuestros héroes”, comenta Di Paola. “Lo más importante de mi presencia como parte de la delegación es buscar un camino que facilite la paz a través del diálogo, un diálogo que también sea espiritual y ecuménico. Luteranos, metodistas, anglicanos y católicos podemos rezar juntos por la paz allí donde hubo guerra, como enseña el Papa Francisco”.
La preocupación de los visitantes también es tratar de poner freno a una escalada armamentista en el Atlántico Sur que recuerda otras épocas oscuras de la historia del continente. “La militarización de la región después de la guerra, con la instalación de bases militares británicas en las islas, viola la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas – la 41/11 – que declara el Atlántico Sur área de paz y cooperación, y también los tratados de no proliferación de armamento nuclear”.
Otro objetivo de la misión argentina es la situación de 123 soldados no identificados de los 634 caídos durante los setenta días del conflicto, entre abril y junio de 1982. «Apoyaremos el trabajo de identificación de los restos de nuestros heroes que ahora se encuentran sepultados en tumbas cuyas lápidas dicen: “Soldado argentino solo conocido por Dios”» anuncia Di Paola. «Queremos que tengan un rostro y un nombre, y que un día su familia pueda visitarlos y rezar por ellos». Esos militares de alta graduación “que no hicieron nada para identificar nuestros muertos” acusa el documento de trabajo. “No asumieron ninguna responsabilidad por los soldados que murieron en combate, ni tampoco por los que murieron de hambre, congelados o asesinados por otros que llevaban el mismo uniforme”.
Una misión de distensión a todos los efectos que comienza el viernes 10 de marzo y sigue la bandera de ese diálogo que, con Francisco, abrió brechas en altos muros del continente americano. “Ese es el objetivo principal” confirma Di Paola, “buscar un entendimiento a través del diálogo y la oración permanente, para que este último enclave colonial se abandone pacíficamente y la nación argentina pueda recuperar su soberanía”.
Le preguntamos si el Papa está al corriente de la misión.
Respondió: “Sabe”.