Entre los fuegos artificiales que marcan el fin de su mandato, parado en la puerta de la Casa Blanca con las valijas en la mano, Barack Obama hace estallar los últimos petardos. Y la mecha que encendió el jueves y pone punto final a la ley migratoria que privilegiaba a los cubanos detonó uno de los más espectaculares antes de que llegue la palabra “Fin”. El decreto presidencial deroga la política conocida como “Pies secos, pies mojados” (“dry foot, wet foot”), que permite a los cubanos que consiguen llegar a suelo estadounidense permanecer como residentes en solo un año y solicitar la ciudadanía al cabo de seis meses, pero si son interceptados en alta mar por la Guardia Costera se los deporta nuevamente a Cuba. El grupo de los beneficiados, los de “pies secos”, incluye a los cubanos que ingresan a Estados Unidos cruzando la frontera mexicana. Muchos de ellos se aventuran a través de los países de América Central como Panamá, Costa Rica o Nicaragua, pero también hay otros que llegan en algún vuelo que hace escala en Estados Unidos y piden inmediatamente asilo porque no tiene una visa válida o un documento que le permita superar los controles migratorios de la Aduana. Es importante tomar en cuenta que ningún otro ciudadano del mundo es aceptado en estos términos en territorio estadounidense donde, por el contrario, los inmigrantes clandestinos se expulsan a sus países de origen.
La “Ley de los pies”, como se la denomina popularmente, ha privilegiado a los inmigrantes cubanos en relación con el resto de la emigración latinoamericana, incentivando así las fugas de Cuba. Se trata de un residuo de la guerra fría que tarde o temprano debía perder vigencia en el marco de la normalización de las relaciones migratorias, y la derogación cayó como un mazazo en ambas orillas del Golfo de Florida precisamente en los últimos días de la presidencia de Obama, aplaudida, temida o criticada según los casos.
En pocas palabras, los cubanos que no puedan invocar razones humanitarias para ingresar o permanecer en suelo estadounidense, a partir de este momento recibirán el mismo trato que millones de inmigrantes latinoamericanos que no están en regla con las normas migratorias estadounidenses, y por lo tanto serán repatriados a la Isla que creían haber dejado a sus espaldas. En los ocho años del mandato de Obama que está por terminar se concedió la residencia permanente en Estados Unidos a 250.000 cubanos, según datos del Departamento de Estado. Considerando solo los últimos diez meses, a partir de julio de 2016, entraron en Estados Unidos 46.635 cubanos, superando el total de 43.159 de todo el año 2015 (datos del Pew Hispanic Center).
El interrogante al que todos los medios de comunicación, tanto estadounidenses como cubanos y latinoamericanos en general, le dan mayor espacio es cuál será la reacción de Donald Trump cuando asuma la presidencia el 20 de enero. Todos recuerdan que el líder republicano había prometido en reiteradas oportunidades a sus electores que cuando llegara a la Casa Blanca extremaría las normas migratorias y adecuaría a las fuerzas encargadas de aplicarlas, para expulsar de Estados Unidos a todos los inmigrantes indocumentados. Sin imaginar que los cubanos quedarían también incluidos.