¿Cuántos guerrilleros de las FARC se negarán a entregar las armas y desmovilizarse, como han previsto los acuerdos de paz? No se sabe, pero no falta mucho para que la realidad permita saberlo. Las zonas establecidas para la concentración de los guerrilleros están definidas y en algunas ya empezaron a llegar grupos que tienen la intención de respetar los procedimientos previstos para el desarme. Otros esperan para ver cómo van las cosas, otros simplemente no están dispuestos a romper las filas donde militaron tantos años. En todas las guerrillas que firmaron acuerdos para desmovilizarse hay grupos irreductibles, desde México hasta América del Sur, pasando por América Central. Ahora se trata de saber cuántos guerrilleros de las FARC seguirán en armas y en qué frentes. Pero es pronto para decirlo.
El Secreariado de las FARC habla de aceptación de los acuerdos por unanimidad, y cita como prueba la Asamblea general que se llevó a cabo en septiembre donde se ratificaron. Otros, como Oscar Tulio Lizcano, secuestrado en el año 2000 y que estuvo ocho años en manos de las FARC, considera que “son muchos los guerrilleros que seguirán en armas” y atribuye la culpa a “la falta de una pedagogía para convencerlos” de que es mejor aceptarlos.
“Hasta pocos meses atrás mantuve contacto con varios guerrilleros desmovilizados”, afirma Lizcano en una columna de opinión del diario El Colombiano “y pese al acuerdo de paz muchos combatientes no quieren abandonar. Los servicios de inteligencia lo saben y lo ocultan para no provocar pánico ni perturbar el normal desarrollo del proceso de implementación de los acuerdos”.
El ex prisionero, parlamentario del Partido Conservador en el momento del secuestro y padre del actual presidente de Senado colombiano, explica que “el Comando Central de las FARC incluso ha expulsado a los comandantes de algunos frentes. Varios de ellos habían estado en La Habana donde se habían mostrado convencidos del proceso (de desame), pero con el paso del tiempo decidieron no acatar las órdenes”.
Una de las razones que enuncia Lizcano es que no quieren abandonar situaciones de privilegio, sobre todo en las unidades que más se han enriquecido con el narcotráfico, pero también el miedo a ser asesinados cuando depongan las armas.