VENEZUELA. EL PUÑO DE CABELLO SOBRE EL DIÁLOGO. Las incandescencias del dirigente chavista contra el cardenal Parolin hacen tambalear la mesa de negociaciones

Diosdado Cabello, l’oltranzista
Diosdado Cabello, l’oltranzista

Estaba en el aire y podía llegar de cualquier parte… y terminó ocurriendo. Los partidos de la oposición al gobierno venezolano de Nicolás Maduro no se presentaron al tercer encuentro del diálogo nacional que comenzó el 30 de octubre y continuó el 11 de noviembre. Las palabras insensatas del dirigente chavista Diosdado Cabello surtieron efecto y probablemente fueron dichas, tal vez de acuerdo con el presidente Maduro, para llegar a la situación dramática que se vive en estas horas. Representantes de la oposición declararon que antes de continuar las conversaciones el gobierno ponga en práctica algunos requisitos mínimos: libertad de los presos políticos y fijar un calendario electoral para poner la decisión final en manos de la soberanía popular.

Lo que está ocurriendo en Venezuela parece un partido de ajedrez donde los jugadores adoptan decisiones incomprensibles porque están encriptadas, y se hace todo lo posible para que el otro no entienda. Pero en un diálogo lo fundamental es entenderse, recordaba Italo Calvino, y agregaba: «cada mirlo cree haber puesto en el silbido un significado que le es fundamental, pero que sólo él entiende; el otro le replica algo que no tiene ninguna relación con lo que el primero ha dicho; es un diálogo entre sordos, una conversación sin pies ni cabeza».

El Venezuela el problema del diálogo es que hay muchos actores, directos e indirectos, todos divididos entre sí y ninguno sin culpa: el gobierno de Maduro y su entorno, no siempre en sintonía con el partido “chavista” encabezado por Diosdado Cabello, y en alianza táctica con el jefe de las Fuerzas Armadas, Vladimiro Padrino; las oposiciones que reúnen 17 partidos, tres o cuatro importantes y otos pequeños grupos que ni siquiera tienen representación parlamentaria; el Episcopado local, no siempre unido, hegemonizado por algunas figuras mientras la gran mayoría de los obispos calla; la prensa venezolana, ya decididamente enrolada a favor de una u otra parte.

Ninguno parece haber comprendido una gran verdad que el Papa Francisco expresó con estas palabras: “El diálogo nace de una actitud de respeto hacia otra persona, de un convencimiento de que el otro tiene algo bueno que decir; supone hacer lugar en nuestro corazón a su punto de vista, a su opinión y a su propuesta. Dialogar entraña una acogida cordial y no una condena previa. Para dialogar hay que saber bajar las defensas, abrir las puertas de casa y ofrecer calidez humana”. Son palabras que recuerdan las de Juan XXIII: “Mirarse a los ojos sin desafiarse; acercarse unos a otros sin darse miedo; ayudarse recíprocamente sin compromisos; buscar el diálogo teniendo presente la diferencia entre el error y el que yerra”.

Tutto quanto accade in Venezuela è uno scandalo perché l’unico a pagare il prezzo di tanto antagonismo, odio, settarismo e miopia, è il popolo venezuelano, ormai allo stremo; in agonia, colpito da molti anni dalla fame, l’incertezza, la violenza e la mancanza di speranza. Nessun attore di questo dramma è innocente e tutti, prima o dopo, dovranno rispondere del proprio operato.

L’unica via è quella indicata e sostenuta da Papa Francesco e che il suo inviato, mons. Claudio Maria Celli, prova ad incoraggiare, appoggiando il lavoro dei mediatori dell’Unione di Nazioni Sudamericane guidati da Ernesto Samper e José Luis Rodríguez Zapatero. In Venezuela non c’è alternativa al dialogo. O meglio, l’altra via, lo scontro, porta alla sconfitta di tutti; a una plausibile guerra civile di fronte alla quale molte Nazioni del continente non si limiterebbero solo a guardare. A Caracas si gioca anche la stabilità latinoamericana e ciò non lascerà indifferente gli Stati Uniti. La posta in gioco è altissima, ma, purtroppo, in Venezuela, ciò non sembra una preoccupazione degli attori della crisi.

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