Los primeros que se van a desmovilizar son los menores que todavía están en armas, los niños soldados. Incluso antes de que el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc suscriban los acuerdos finales de paz. Es el último acuerdo que se logró en La Habana esta semana, sin duda un acuerdo trascendente pero sobre todo un signo de que efectivamente la paz está a la vuelta de la esquina. Pocos meses atrás, en otra fase de la negociación, los representantes de la guerrilla ya habían asumido el compromiso de no reclutar menores; el último acuerdo que se acaba de anunciar avanza un poco más e implica que se dejará inmediatamante en libertad a los niños que todavía están viviendo en los campamentos guerrilleros. En compensación, el gobierno colombiano los beneficia con el indulto del delito de rebelión y los hará ingresar en un programa de atención especialmente diseñado para ellos.
Es muy difícil saber con exactitud cuántos son los menores que todavía se encuentran en la clandestinidad. La guerrilla afirma que solo son pocas decenas y se dispone a separar de sus filas a ese pequeño grupo. Podría ser cierto. El gobierno habla de 6 mil menores que dejaron la guerrilla en los últimos 17 años. El Registro único de víctimas creado para canalizar las indemnizaciones tiene un listado de 7 mil menores de edad relacionados con grupos armados de diversa extracción, que incluye a los paramilitares.
Las razones que llevaron a los menores a empuñar las armas son muy variadas. Hay algunos que siguieron a sus hermanos mayores o a sus padres ignorando, por lo menos parcialmente, los riesgos y los objetivos que asumían esos adultos; otros vivieron en zonas controladas por la guerrilla y siguieron a sus compañeros cuando debieron retirarse a otras regiones; otros se enamoraron de una chica o un muchacho de su misma edad que ya estaba enrolado y decidieron compartir su suerte; otros consideraron que el sueldo guerrillero era una solución al alcance de la mano para mitigar las difíciles condiciones de vida de los campesinos, sobre todo en las regiones más aisladas de Colombia.
Ahora para todos ellos ha llegado el momento de volver a reunirse con su familia -los que todavía la tienen- y de incorporarse a la vida social e incluso política. Actualmente los niños soldados que se entregan voluntariamente o que son capturados en los operativos de rastrillaje del ejército colombiano, se consideran automáticamente víctimas de guerra y se benefician con los programas especiales de reinserción escolar o laboral.
Los tres puntos que acaban de firmar esta semana en La Hablana establecen el indulto automático por el delito de rebelión para los jóvenes de 14 a 18 años, el compromiso de elaborar en los próximos 15 días un protocolo especial para todos los menores que salgan de los campamentos de las Farc antes que se firmen los acuerdos finales, a fin de insertarlos en programas especiales apoyados por organismos internacionales orientados a la inclusión, la asistencia médica para el tratamiento de traumas o lesiones sufridas en los años de militancia armada, la educación y la formación profesional.
En pocas palabras, la guerra realmente terminó para ellos.