Él lo acompañó en la reclusión de la Sixtina, cuando “las situación empezó a volverse peligrosa”; él le “sugirió” el nombre; él estuvo a su lado en el balcón de la Logia central frente a la plaza de San Pedro la noche decisiva del 13 de marzo, requerido por el nuevo Papa con un gesto completamente fuera de protocolo (que anticiparía muchos otros).
Dom Claudio Hummes tiene muchas cosas para contar, empezando por lo que ocurrió un mes antes de la elección. “No recuerdo dónde estaba aquel día, pero realmente fue una sorpresa enorme, inesperada”. El ex cardenal de San Pablo habla tranquilo pero con intensidad cuando recuerda el día de la renuncia de Benedicto XVI. “Todos nos sentíamos un poco desconcertados, preocupados por lo que ocurriría en el futuro, sobre todo porque la Iglesia se encontraba en un momento difícil. “La descristianización del mundo occidental, la disminución de los sacerdotes, la crisis de la vida religiosa y los grandes escándalos: el IOR, los lefebvristas… los católicos estaban muy desmoralizados, tristes, preocupados, con la cabeza baja; pero uno siempre trata de leer estas situaciones a la luz de la fe, con la confianza puesta en que Cristo guiará a su Iglesia incluso en un momento absolutamente fuera de lo común”. A sus espaldas, en la casa de la metrópolis paulista, como prueba de lo que ocurriría más adelante, una foto muestra en la Sixtina al purpurado de ochenta años junto al Papa Francisco, después de la votación y la vestición, cuando se dirigen al balcón de las bendiciones.
Dom Claudio es un teólogo experto y sabía –naturalmente- que la renuncia de un Papa era posible, que está prevista por el Derecho Canónico romano, que el mismo Ratzinger había hablado del tema en varias oportunidades. “Pero en la práctica parecía imposible, después de 600 años”, agrega, y vuelve a repetir que lo de Benedicto XVI “fue algo totalmente inesperado”. Ofrece razones que no son comunes. “Solo un Papa como Benedicto XVI podía tomar una decisión como ésa, porque requiere mucha racionalidad y una gran fe; una gran santidad personal, para poner todo en las manos de Dios. Y él es así”.
A partir de ese momento las cosas empezaron a cambiar a una velocidad que no deja de sorprender a un veterano en el gobierno de la Iglesia como el arzobispo de San Pablo, ex prefecto de la Congregación para el clero entre 2006 y 2010.
La elección del Papa Francisco, sus gestos y decisiones ya desde los primeros días, hizo que “nuevas puertas se abrieran y otras viejas se cerraran”. Las cosas han cambiado “de una forma rápida y hermosa. La gente está feliz, volvió a tener confianza en la Iglesia, ha comprendido que era capaz de salir de un momento difícil, y esta confianza, esta esperanza, sigue estando presente”. La crisis todavía existe, aclara Hummes, “pero se la afronta y conduce hacia una solución positiva; y también hay que sanar los escándalos, pero ahora la gente tiene confianza…”.