EL TRAILER DE LA PELÍCULA SOBRE LA VISITA Y ESA SONRISA DEL PAPA. El verdadero desafío: ¿Cristo es una hermosa fábula de 2000 años o es una presencia real que hoy está generando una nueva humanidad?

Francisco en Cuba y Estados Unidos
Francisco en Cuba y Estados Unidos

Mientras el papamóvil cruza lentamente la Plaza de la Revolución, una cámara enfoca en primer plano el rostro estilizado del Che Guevara que desde lo alto parece guiñarle un ojo a su viejo compatriota, el Papa argentino; la segunda cámara se concentra en el presidente Castro, frotándose las manos en primera fila, decidido y dispuesto a seguir con atención la misa al aire libre (“si Francisco sigue así, empezaré a rezar de nuevo”, había dicho); la tercera cámara abraza la multitud, una marea de banderas cubanas y amarillas y blancas del Vaticano, aplausos, rostros llenos de alegría y gritos de “Francisco, Francisco”, el Papa del histórico deshielo con los yanquis, la revolución que logró su objetivo sin humillar al viejo Fidel y sin derramar ni una gota de sangre en la perla del Caribe.

Es el trailer de la visita del Papa a Cuba. Fruto de la imaginación, es verdad, pero que sigue un libreto fácilmente previsible. Preestreno de un filme que en parte ya fue escrito y con éxito asegurado, vistos los protagonistas y la trama, que parece salida de una novela pero sin duda pasará a engrosar los libros de Historia.

El avance de la segunda etapa del viaje más largo de Francisco, Estados Unidos, también ya fue escrito en gran medida. Bergoglio, que nunca puso un pie en América del Norte, aclamado en la Fifth avenue, el corazón de Manhattan; y ahora en el podio de la ONU, erigiéndose en voz de los que no tienen voz, los excluidos de todas las latitudes que escapan en masa de las guerras, las persecusiones y el hambre; defensor de la “madre tierra”, violentada por un sistema que ha sustituido al Dios pobre de las Bienaventuranzas por el dios arrogante del dinero; y después, con la misma naturalidad, lo vemos acariciar a los niños de color y bendecir a la población negra del ex ghetto de Harlem, cuando las tensiones raciales vuelven a desgarrar la bandera con rayas y estrellas. Y después se suceden otras escenas inolvidables: el primer Papa de la historia que toma la palabra en el Congreso estadounidense, tan desconfiado al principio que ni siquiera le envió el protocolar mensaje de felicitación cuando fue elegido y ahora le abre las puertas de par en par. Y no es ciencia ficción imaginar los canales de televisión estadounidenses, la Cnn, l’Abc, la Fox, que compiten por ofrecer la cobertura más espectacular las 24 horas del día, y tal vez ser la primera en denunciar algún presunto plan terrorista descubierto en el último minuto para atentar contra la vida del líder mundial más popular y creíble del momento.

¿Qué se puede agregar? Ya vemos a Francisco conmoviendo a los últimos perplejos, mientras abraza a los homeless de Washington, a los presos y a los latinos en Philadelphia, la ciudad donde termina la película del largo viaje. Escenas que se superponen con las imágenes coloridas del Encuentro Mundial de las Familias, donde de hecho el Papa inaugura, anticipándose algunos días, el Sínodo mundial de los obispos. Aquí en Philadelphia, sin duda el Papa habrá encontrado el tono y las palabras precisas para afirmar su cercanía misericordiosa a las parejas heridas, sin dejarse atrapar por el rigor hostil de los conservadores a ultranza ni por las revoluciones doctrinales que pretenden los extremos liberales. Se podría apostar que incluso les tapará la boca a muchos valorizando el discurso del manso Benedicto XVI en el Encuentro mundial anterior, que se realizó en Milán en 2012: «A los divorciados vueltos a casar tenemos que decirles que la Iglesia los ama, tienen que verlo y sentir que realmente hacemos todo lo posible para ayudarles»

Trailer de una película exitosa, donde, obviamente, no pueden faltar sorpresas e insidias. Preestreno imaginario que probablemente el Papa Francisco no consideraría inverosímil, pero que miraría, creemos, con una sonrisa de autoironía. Porque todo lo que cuenta el avance de su décimo viaje internacional es bueno y verdadero. Pero no satisface el deseo más profundo que mueve al sucesor de Pedro que llegó desde el fin del mundo. De qué sirve conquistar el mundo, diría, si ningún corazón –quizás gracias a una palabra, un gesto o una imagen del Papa en TV-  se acerca un poco más al misterio de Cristo. Si después de la visita alguien, por gracia de Dios, no reza un poco más, no experimenta un poco más la caridad operativa y la reconciliación en el alma. Si alguien, en el Caribe o en Est Coast, no es un poco más feliz. Porque el verdadero desafío, en Cuba y en Estados Unidos, como en el resto del mundo, es precisamente ése. Si Cristo, sobre el que se funda la Iglesia, es una hermosa fábula de 2000 años o una presencia real que hoy está generando una nueva humanidad. Si ese Cristo misericordioso que conquistó al joven Bergoglio el 21 de septiembre de hace muchos años, tiene o no algo que decirle, en serio, a la infelicidad del hombre moderno.

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