BERGOGLIO Y EL TANGO. Le gusta, lo bailaba, y ahora tiene uno propio: “Ahora, papa Francisco”

Ilustración de Lucas Cejas
Ilustración de Lucas Cejas

por Alver Metalli

 

Que le gusta el tango, lo dijo él mismo. Y no poco: “muchísimo. Es algo que me nace de adentro”, confesó hace algunos años a los periodistas de “El jesuita”. Los que más le gustan, también lo sabemos: “La orquesta de D’Arienzo… Carlos Gardel, Julio Sosa… Ada Falcón…,  Astor Piazzolla y Amelia Baltar…”. Que lo bailaba, también lo admitió: “de joven, aunque prefería la milonga”, de acuerdo con Jorge Luis Borges, “porque es ingenua, llena de coraje y alegría”, mientras “el tango posterior es una voz resentida que deplora con excesos de sentimentalismo sus propias desgracias y se alegra con diabólica impudicia de las desgracias de otros”. Con quién bailaba el tango, en cambio, nunca lo dijo Bergoglio, pero si dos más dos son cuatro, no es difícil deducir que lo hacía con la noviecita de Flores, esa “del grupo de amigos con los que iba a bailar”, como les confesó a Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti.

Ahora Bergoglio, Francisco, tendrá un tango propio, compuesto para él por un tanguero doc, Edmundo “Muni” Rivero (la letra es de Enrique Bugatti, recientemente desaparecido). Se titula “Ahora, Papa Francisco” y la música es un secreto que se revelará el miércoles, cuando se presente en público por primera vez con el acompañamiento del quinteto de José Colágelo y el ballet de Héctor Falcón, en el sugestivo escenario del monasterio de Santa Catalina, en Buenos Aires.

“Tuve la idea una noche de mayo, el 8 o el 9, mientras dormía”, cuenta Muni Rivero, dueño durante años de una tanguería mítica de Buenos Aires –El viejo Almacén- donde Ernesto Sábato escribió páginas enteras de su obra “Sobre héroes y tumbas”. “A la mañana llamé a mi amigo Enrique Bugatti, una pluma excelente con el que ya compuse otros tangos, milongas y candombes. Le digo: ¿Por qué no le escribís un tango al Papa? Él no estaba muy bien de salud y al principio dudaba. Insistí, y me prometió que lo pensaría. Al día siguiente me mandó dos estrofas. Yo busqué la guitarra y empecé a componer la música”. Muni Rivero recita la letra de “Ahora, Papa Francisco” con su voz sonora.

“Un tango cordial” para un argentino “abrazado a lo social” dicen los primeros versos. “Ese cura luchador/ que ya de pibe quería/ en Flores donde vivía/ ser del débil, protector”. Y aquí Muni Rivero revela uno de los entretelones de la versión original, donde “luchador” rimaba con “redentor”. Pero era una herejía, afirma con una sonrisa, admitiendo que no tiene demasiada familiaridad con la teología. “Le mostré la letra a un sacerdote y me hizo notar que el hombre, aunque sea un santo, no redime. Solo Dios puede hacerlo”. Ese Dios que cambió el destino de Bergoglio, que le “amplió el territorio”, como recita más adelante “Ahora, Papa Francisco”.

El interesado, protagonista y destinatario, ya conoce el tango. Se lo entregó el periodista Jorge Rubin, durante el vuelo que lo llevaba de Roma a Rio de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud, en un I-pad que contenía también una selección de los mejores goles de San Lorenzo. Aseguran que el Papa lo escuchó y dos días después, en el noticiero de Canal 13 de la televisión argentina, Sergio Rubin comentó en directa que el tango fue el regalo que más le gustó de todos los que había recibido.

¡Un tango escrito para un Papa que se presenta en un monasterio! ¡Cómo han cambiado los tiempos desde que Pio XI recibió a Casimiro Aín, el gran bailarín de tango! “Lo llevó don García Mansilla”, aclara Edmundo “Muni” Rivero, que también escribió una historia del tango. “En los años ’40, cuando Bergoglio era adolescente, el tango no tenía buena fama. Se lo consideraba impúdico y atrevido”.

“Pero esa tarde de enero de 1924 –afirma el escritor argentino Manuel Adet- el Papa vio un bailarín elegante, refinado, lleno de garbo. Su compañera de baile no era una mujer semidesnuda de cabaret sino la señora Scott, una empleada de la embajada que bailó con Aín como si fuera una pudorosa novicia”.

Desde entonces ha prosperado una rica veta de tangos con trasfondo religioso, explica Muni Rivero, dedicados muchas veces a santos y a vírgenes. A la de Guadalupe (varias piezas) y a la Virgen de Lourdes. También hay tangos con las palabras del Padre Nuestro y otros que hablan de sufrimientos y esperanzas.

Muni Rivero tiene un sueño. Le parece atrevido hablar de eso, pero después se anima: “Me gustaría poder cantarle –al Papa Francisco, por supuesto- un tango en vivo”.

Traducción del italiano: Inés Giménez Pecci

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