De los encuentros ya anunciados que tendrá el Papa durante las jornadas bolivianas de julio, hay uno que merece particular atención: el encuentro con los Movimientos Populares de América Latina. Para comprender qué son y de dónde vienen estos Movimientos hay que remitirse a la primera edición en el Vaticano, a fines de octubre de 2014, que organizó el Pontificio Consejo Justicia y Paz junto con la Academia Pontificia de ciencias sociales. En esa oportunidad, el Papa pronunció un discurso la mañana del 28 de octubre, segundo día de trabajo, cuando en las diferentes mesas ya se habían tratado los tres puntos de la orden del día: tierra, casa y trabajo. El auditorio estaba compuesto por un centenar de delegados provenientes de los cinco continentes, gente “con los pies en el barro y las manos en la carne”. “¡Con olor a barrio, a pueblo, a lucha!”, dijo el Papa cuando tomó la palabra, y esa fue una de las varias cosas que crearon una sintonía inmediata con sus oyentes. En su intervención, el Papa apoyó la lucha como forma de actuar, por oposición a las acciones asistencialistas: “No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos”; hizo una crítica frontal a “la especulación financiera que condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía”; expresó su apoyo al instrumento fundamental en realidades de subdesarrollo, la reforma agraria, considerándola “además de una necesidad política, una obligación moral”, según la expresión del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. A esto sumó temas propios, planteados en reiteradas oportunidades durante sus dos años de pontificado, como los que no pueden integrarse, los descartados o los que “sobran”, como suele llamar a los modernos marginados, y la guerra global “por partes” que amenaza la paz mundial. Son temas fuertes, que le valieron el epíteto de “comunista”, a lo que él responde afirmando que “no se entiende que el amor a los pobres está en el centro del Evangelio” y que “tierra, casa y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados”.
El secretario de la Conferencia Episcopal de Bolivia, monseñor José Fuentes, al referirse al encuentro con los Movimientos Populares de América Latina que se repetirá ahora en el país andino (visitado junto con Ecuador y Paraguay), dejó en claro -anticipándose a una acusación de ese tipo- que al Santo Padre no le gusta llamarlos “movimientos sociales”, porque la expresión tiene un matiz más bien político, sino “movimientos populares”. Tan es así que estos son y siguen siendo, en su mayoría, realidades de base, sindicales o parasindicales, organizaciones campesinas, movimientos de trabajadores precarios y de la economía informal, cartoneros, migrantes, indígenas, campesinos sin tierra y habitantes de zonas periféricas, todas ellas situaciones –afirmó el Papa en su discurso de Roma- que “expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores”. Y por último aseguró un comprometido acompañamiento personal en ese camino.
El tema se retomará en Bolivia a partir del punto al que se llegó en Roma y fue sintetizado en la declaración final, que incorpora muchos de los items señalados por Francisco en su discurso. “La naturaleza inequitativa y depredatoria del sistema capitalista que pone el lucro por encima del ser humano”; “el enorme poder de las empresas trasnacionales que pretenden devorar y privatizarlo todo, mercancías, servicios, pensamiento”; el mundo de las finanzas “que en vez de estar al servicio del bien común y de la producción de bienes para todos, se dedica a la especulación sobre la base de títulos derivados que son solo entidades virtuales”. El problema de la violencia y de la guerra -una guerra total, o como ha dicho el Papa Francisco en otras oportunidades, “una tercera guerra mundial por partes”- en el documentos conclusivo se plantea desde las manifestaciones más familiaren en América Latina: la violencia desencadenada por las organizaciones narcoterroristas, el tráfico de armas y la trata de seres humanos, así como los problemas que originan los desplazamientos forzados producidos por la violencia, la especulación agroalimentaria, la contaminación minera y todas las formas de explotación que destruyen irremediablemente los territorios y marginan las comunidades locales. Este primer documento se cierra con la cuestión ambiental, sobre la que el Papa había hablado haciendo referencia, precisamente, a la encíclica ecológica que acaba de terminar. “Tengan la seguridad de que sus preocupaciones estarán presentes en ella”, les dijo. En Bolivia tendrá oportunidad de confirmar ese compromiso.