Ahora que la fecha es oficial –el 23 de mayo se celebrará la esperada beatificación de Romero- El Salvador se está movilizando para hacer las cosas en grande. Empezando por el altar, cuyo proyecto fue ilustrado incluso con una foto por el vicepostulador de la causa, Mons. Rafael Urrutia. La ceremonia se llevará a cabo en la Plaza Salvador del Mundo (dedicada al patrono del país) aunque, como explicó el arzobispo de San Salvador Mons. José Luis Escobar Alas, quizás el lugar elegido no tendrá espacio suficiente para contener la multitud que está prevista. “No tenemos un lugar que pueda acoger a un millón, o medio millón de personas”. Por eso el arzobispo hizo saber que las autoridades están evaluando la posibilidad de colocar pantallas gigantes para retransmitir la ceremonia en toda la ciudad.
Escobar Alas hizo también un anuncio que pocos esperaban: “Estamos recogiendo el testimonio de más de 500 hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, sobre todo catequistas, que dieron la vida por su fe”, con el propósito de presentar todo en el Vaticano “para pedir que también sean declarados mártires” en un proceso colectivo, porque “son verdaderos testigos de la fe católica”.
Por otra parte es muy elocuente el simbolismo de la fecha elegida para la ceremonia aunque no sea el 24 de marzo, cuando se cumplen 35 años del asesinato (es muy poco tiempo para organizar un acto de tales dimensiones). El blog Super Martyrio, que sigue atentamente el proceso de beatificación del obispo, no deja de destacarlo: “La beatificación de Monseñor Romero en vísperas de Pentecostés será significativa como reflexión sobre la muerte de Romero”. En efecto, Pentecostés es el 40º aniversario de la primera carta pastoral de Romero, titulada “El Espíritu Santo en la Iglesia”, que en cierta forma se considera un compendio del pensamiento y de las ideas del próximo beato. La carta fue publicada precisamente en Pentecostés del año 1975, cuando Romero era obispo de Santiago de María.
Que las cosas se harán en grande lo anunció también el presidente, Salvador Sánchez Cerén, ex guerrillero y miembro del partido de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Ya poco después del anuncio del reconocimiento del martirio, el presidente había convocado a la nación “a la paz y reconciliación definitiva”, cosa que volvió a ratificar ayer en Twitter: “La figura de Mons. Romero une y reconcilia a toda la sociedad salvadoreña”.
Sin embargo, la mirada está puesta mucho más allá de las fronteras del pequeño El Salvador. Prima la convicción de que Romero debe ser un beato para todo el continente. “Esta beatificación es un regalo enorme para América Latina, un emblema de paz”, había anticipado el embajador de El Salvador ante la Santa Sede, Manuel Roberto López, apenas se anunció el reconocimiento del martirio. Se sumó luego el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, quien definió a Romero como “un símbolo de toda América”. Si el presidente Sánchez Cerén decide confirmar el propósito que manifestó en privado a los obispos salvadoreños, se enviarán invitaciones para la ceremonia de beatificación “a todos los presidentes de América Latina”.
La celebración promete ser una fiesta de todo el continente, aunque solo falte el latinoamericano más famoso. “¡Allí habrá guerra entre el cardenal Amato y monseñor Paglia!”, bromeó Francisco en el vuelo de retorno de Manila. “¿Cuál de los dos hará la beatificación? Yo personalmente, no. Es normal que las beatificaciones sean celebradas por el cardenal del Dicasterio o algún otro”. Pero la incógnita ya fue develada y la ceremonia estará presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato.