Marcar el territorio y definir la propia pertenencia. Dos movimientos característicos y a menudo simultáneos en la vida de las temibles maras de Honduras y sus miembros. Los murales sirven para el primer objetivo, delimitar un área, un barrio, un conjunto de calles o de edificios para hacer saber que son los dueños, que por allí nadie pasa impunemente, que hay que pagar un precio, por lo general en dinero; los tatuajes en el cuerpo corresponden al segundo y más importante momento, que es la identificación del sujeto con la banda en la que ha decidido entrar. Los tatuajes forman parte de un lenguaje más complejo, más definitivo, tan definitivo como un tatuaje: no se puede borrar y lo llevará toda la vida. Por lo menos los años de vida que la suerte concederá a cada uno, y que en las maras de Honduras, las más violentas de América Central, es bastante limitada. Los tatuajes corresponden sobre todo a los miembros de las dos bandas dominantes, la Salvatrucha y la Barrio 18, y en algunos casos los Chorizos, según una encuesta publicada por el diario El Heraldo de Honduras.
Uno de los más comunes son dos manos con las palmas enfrentadas –aunque no se tocan-, en una posición de oración, signo de que el portador es un creyente o eso quiere que piensen los amigos y rivales reales o potenciales. Traducido en palabras –explica la investigación- se puede sintetizar como: “perdona madre mía por mi vida loca”. Un reconocimiento delante de su propia madre –objeto supremo de consideración para un miembro de las maras- de que lo que hace no es completamente correcto, pero es la vida que ha decidido vivir aunque sabe que ella no la aprueba. Y también sabe que una vez dentro no podrá salir, por miedo a la peor de las represalias, precisamente contra su madre.
Otro tatuaje muy difundido entre las pandillas de Honduras es el Yin Yang, una figura circular, especie de rueda dividida en dos partes, una blanca y otra más oscura, con dos ojos ubicados en los extremos de cada mitad. Significa que el portador está dispuesto a todo, a inflingir muerte y violencia más allá de cualquier límite, para defender la pandilla a la que pertenece y cumplir sus objetivos. La tela de araña también es común en las maras Salvatrucha y Barrio 18, generalmente grabada en las rodillas o en puntos bien visibles. Es un símbolo de la línea agresiva de los tatuajes corporales y significa voluntad de poder y expansión. El mensaje implica que los límites actuales no seguirán siendo siempre los mismos, sino que serán ampliados cada vez más. El alambre de púas se hace en las partes curvas del cuerpo, brazos, piernas o alrededor del cuello. Es un signo de fidelidad al grupo hasta la muerte, la propia o la que pueden provocar. Los tres puntos dispuestos en triángulo tienen también una connotación ofensiva: expresan la decisión de penetrar y forzar hasta romper cualquier orden creado por leyes a las que no se consideran sometidos. De signo opuesto –en una contradicción que solo es aparente para los miembros de las maras de Honduras- está la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina, una imagen que se encuentra en el 90 por ciento de los miembros de las bandas. Llevar este tatuaje supone un pedido de protección permanente. De sí mismos y de los demás.