Vas a Cuba. Contactas unos cuantos músicos alrededor de los ochenta años, famosos en la década del ’50 pero que hace tiempo pasaron al olvido, jubilados por los cambios de la moda y los regímenes. Los juntas, sabiendo que todavía tienen un talento fenomenal. Le pones al todo un nombre sugestivo, que recuerde algún viejo local de La Habana donde se tocaba buena música y se bailaba hasta la madrugada, envuelto en una nube de humo de cigarros. Y el juego está hecho. Nace el fenómeno Buena Vista Social Club: un disco con millones de copias vendidas, un Grammy, giras por todo el mundo y un documental de enorme éxito.
Ocurrió en 1996. El mundo, gracias al “explorador” de músicas populares, Ry Cooder, redescubre la música tradicional cubana –el son- y nombres como Ibrahim Ferrer (clase 1927), Compay Segundo (1907) y Omara Portuondo (1930) de pronto se vuelven familiares para el gran público. Es el momento de los “super abuelos” –como muy pronto los bautizan- aclamados como estrellas en los más prestigiosos escenarios del mundo, desde el Carnegie Hall de New York hasta el Liceu de Barcelona. Buena Vista es una experiencia que dura sin interrupción desde hace veinte años y que va más allá de los nombres puntuales. Porque si algunos “super abuelos” –como Ferrer, Compay o Rubén Gonzalez- fallecieron, pronto fueron sustituidos por jóvenes talentos, como el cantante Carlos Calunga y el pianista Rolando Luna. Un mix de experiencia y juventud que según uno de los “viejos grandes” del conjunto, Guajiro Mirabal, es parte del secreto del éxito del “Club”.
Pero ahora, para los miembros del Buena Vista Social Club ha llegado el momento de separarse, de tomar distintos caminos. El adiós a los fans se hará con una gira mundial que concluirá en el otoño de 2015 y ya desde el título no quiere dejar lugar a dudas o replanteos: “Adiós Tour”.
“Los músicos del Buena Vista están todos en la plenitud de su capacidad. Por eso después del tour no nos detendremos de manera definitiva. Simplemente ya no será una obligación. Cada uno de nosotros tiene su trabajo y sus proyectos. Cuando tengamos que reunirnos, nos reuniremos de nuevo. Ahora ya estamos unidos para siempre”, explica Barbarito Torres, uno de los miembros históricos del grupo.
El éxito de los Buena Vista no se explica solamente por el calor de la música cubana a pesar de que, ellos mismos lo dicen, “gusta a todo el mundo”. Gran parte del secreto radica probablemente en la amistad que une a los músicos, en el respeto y la admiración que sienten unos por otros, resultado de un largo recorrido común y de la alegría de haberlo legado a las jóvenes generaciones sin dejar de lado la sincera diversión y el placer de estar juntos que se trasluce en sus conciertos. La música cubana, como dice Omara Portuondo – la “Edith Piaf del Caribe” y verdadera diva del grupo- siempre tuvo un lugar destacado a nivel mundial. Todo el mundo ha estudiado nuestra música. Es una de nuestras tarjetas de presentación”.
Como siempre al final de un recorrido, para el Buena Vista Social Club es tiempo de hacer balances. En Cuba el género ha vuelto a ser popular, sobre todo entre los jóvenes: “Por las calles –explica Torres- otra vez se ven muchachos tocando el contrabajo. Los turistas que vienen escuchan las canciones más famosas, como El cuarto de Tula o el Chan Chan. Todo esto empezó gracias a nosotros”. Y a la belleza de una música única, nacida de la contaminación con otros géneros, sobre todo el jazz. “El jazz ya existía, pero donde empezó a tener mucha fuerza fue aquí”, agrega Portuondo. “Los músicos americanos venían a Cuba. Aquí siempre se hizo improvisación sobre la melodía, siempre fue algo normal”. Torres confirma: “Aquí hay un mix. Nosotros mismos, que hacemos música tradicional, cuando improvisamos nos encontramos haciendo cosas jazzísticas, aunque no sea ésa nuestra intención. Porque el jazz también se alimentó aquí de las raíces del son cubano”.
Sin embargo, leyendo entre líneas, ni para Portuondo ni para sus compañeros esto que se preparan para llevar al escenario parece un adiós definitivo. En efecto, interpretando en cierto modo el pensamiento de todo el grupo, la cantante dice: “Yo nunca digo la palabra adiós. Digo que éste es un concierto especial. Pero no quisiera que fuera un adiós, porque esta música es nuestra música”. De hecho, “la música nunca dice adiós”, la apoyan sus compañeros Barbarito Torres (58 años), el trompetista “Guajiro” Mirabal (81) y Jesús “Aguaje” Ramos (63), trombonista y director musical de la agrupación.
Más que un “adiós” daría la impresión que se trata de un hasta pronto.