“Hay un cristo para todo, porque todo es de Cristo, entonces por qué no debería haber uno que nos proteja de las noticias falsas”, explica un guía burlón, pero no demasiado, cuando nos recibe en la majestuosa catedral de Ciudad de México, la de la Virgen de Guadalupe y el indio San Diego. Después nos lleva a un pequeño templo llamado Porta Coeli, donde muchos fieles acuden para agradecer por las gracias recibidas o para pedir favores delante de la imagen de un Cristo conocido como Señor del Veneno. “También acuden a Él para que los defienda de las maledicencias, de las calumnias, de la tentación de cometer nosotros mismos ese tipo de acciones respecto de los demás” sigue diciendo nuestro acompañante, que entre tanto se ha convertido en teólogo.
Caminando lentamente entre las cinco naves y 16 capillas laterales del edificio colonial que se encuentra en el Zócalo de Ciudad de México, llegamos delante de un Cristo crucificado, el Señor del Veneno. Es una de las imágenes más veneradas de la catedral. El Cristo original, fabricado en pasta de caña, se encontraba en el templo Porta Coeli, Puerta del Cielo, desde el siglo XVII, y fue trasladada a la catedral en 1935. Esa imagen ha sido restaurada recientemente y para su fiesta, que se celebró el 19 de octubre, lució un nuevo cendal de seda roja con bordados en hilo de oro y plata. La parte icnográfica de la prenda está compuesta por uvas en la parte inferior, que representan la sangre de Cristo; al centro está un cordero apocalíptico (narrado en el Apocalipsis) sentado sobre el libro de los siete sellos, y una bandera que simboliza la victoria sobre el pecado y la muerte.
La historia de esta inusual advocación se remonta a 1602, cuando llegó a Méjico, entonces Nueva España, una delegación de dominicos, trayendo para su seminario un bello crucifijo de tamaño natural, con una imagen de Jesús de una blancura impresionante. Esa imagen fue entronizada en el lado izquierdo, próxima a la entrada de la iglesia. Allí había un clérigo que dedicaba una especial devoción a aquel Cristo. No dejaba pasar un día sin hacer las oraciones delante de él y besar piadosamente sus venerados pies. Cierta vez, ese sacerdote atendió en confesión a un hombre que declaró haber robado y matado. El religioso afirmó que Dios lo perdonaría siempre, pero debía restituir lo robado y entregase a la justicia, pues no bastaba solamente con confesarse, también era necesario arrepentirse y reparar el daño ocasionado. El criminal se negó a hacerlo, retirándose del confesionario furioso. Temiendo ser denunciado, maquinó un plan para asesinar al sacerdote. Escondido entre las sombras de la noche, furtivamente se introdujo en la capilla y mojó los pies del Cristo con un poderoso veneno. Nadie lo vio y él se ocultó en un rincón sombrío. Al día siguiente, después de hacer las oraciones como de costumbre, se aproximó el padre para besar los pies de la imagen, cuando, para su asombro, dobló las rodillas milagrosamente, levantando los pies, para impedir que éstos fueran besados. Al mismo tiempo, la imagen absorbió el veneno, y como consecuencia quedó negra. El religioso tuvo todavía mayor sorpresa cuando oyó sollozos provenientes de alguien oculto detrás de una columna. Era el asesino del día anterior, que allí esperaba el efecto de su plan. Verdaderamente arrepentido al ser testigo de tan maravilloso prodigio, rompió a llorar, hizo por fin una sincera confesión y después se entregó a la justicia, dispuesto a pagar por sus crímenes. Desde entonces, la milagrosa imagen pasó a llamarse “Señor del Veneno” y los fieles mexicanos consideran que esta imagen absorbe no solo el veneno de las drogas sino que ese milagro simboliza también que Cristo asume nuestros pecados, que son el veneno que mata el alma. Y, por qué no, también las fake news que se difunden deliberadamente.
Posteriormente la estatua fue trasladada a la catedral matropolitana. Cuando el templo de Porta Coeli fue entregado a los sacerdotes de rito griego melquita en 1952, el párroco encargó a un famoso artista que esculpiera una copia, para que el Cristo del Veneno también pudiera ser venerado en su lugar original. Recientemente el Cristo del Veneno abandonó la catedral para ser restaurado, pero volvió a su lugar al cabo de dos meses, el 18 de septiembre pasado, con una pequeña procesión representativa de la multitud que esperaba fuera.