Por primera vez desde el restablecimiento de la democracia, América Latina tendrá un presidente de extrema derecha. Y esto ocurrirá en Brasil, uno de los gigantes regionales. La probable elección de Jair Messias Bolsonaro el 28 de octubre, tras su victoria en la primera vuelta, ha disparado las especulaciones sobre cómo será el futuro gobierno, cuáles serán sus líneas maestras de actuación o cómo se verán afectadas las libertades individuales y las instituciones democráticas.
Las respuestas son inciertas y si bien sabemos mucho sobre el pensamiento de Bolsonaro es escaso nuestro conocimiento sobre los integrantes de su gobierno y las alianzas electorales que pueda tejer para garantizar la gobernabilidad. Si en líneas generales esto es así, lo es aún más en lo relativo al posicionamiento global de Brasil y a la evolución de las relaciones intrarregionales. ¿Cómo se vinculará el próximo presidente con sus pares latinoamericanos y estos con él? ¿Qué pasará con Mercosur, y más especialmente con las negociaciones con la UE?
Ya se han filtrado los nombres de algunos ministros, como el economista ultraliberal Paulo Guedes, aunque de momento se desconoce quién ocupará el ministerio de Exteriores ni cuáles serán sus planes en política exterior. Por ahora destaca su oposición al multilateralismo y a los organismos multilaterales. Siguiendo la estela de Trump ha mostrado su preferencia por las negociaciones comerciales bilaterales y sus amenazas de retirarse de la ONU, “un local de reunión de comunistas”, y del Acuerdo de París contra el cambio climático, debido a la “fábula” del efecto invernadero.
Recientemente clarificó su postura sobre Mercosur y en caso de llegarse a un acuerdo con la UE antes de comenzar su mandato es difícil que se oponga. Tras saludar a Mauricio Macri por derrotar a “Dilma Kirchner” señaló que seguirá en un Mercosur libre de sesgos ideológicos. Probablemente la relación con Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú será cordial y sus presidentes intentarán mantener el buen trato con el coloso sudamericano, aunque sus opiniones públicas podrían traccionar en dirección contraria.
Con Venezuela y los países del ALBA (Bolivia, Nicaragua y Cuba) la relación puede ser más tormentosa, comenzando por un mayor control militar de la frontera venezolana. Durante la campaña, el general Mourão, candidato a vicepresidente, ha dicho que no reconocerán al gobierno de Nicolás Maduro y que defienden un cambio de régimen en Caracas. Parece evidente que el núcleo del Grupo de Lima se reforzará.
El vínculo con México transcurrirá por otros derroteros. Si bien las relaciones bilaterales no son sencillas, a ninguno de los dos gobiernos le interesará tensar la cuerda. Otra cosa será cuán dispuesto esté López Obrador a aproximarse a Bolsonaro, algo complicado para su imagen. Lo mismo pasará con muchos otros presidentes latinoamericanos. De momento se impone un tiempo de espera, que puede extenderse hasta después de carnavales para ver cómo se desempeña en el cargo. Pero todo esto ocurrirá si finalmente gana la elección, lo que es bastante probable a la vista de las últimas encuestas.
*Investigador del Real Instituto Elcano de Madrid