Es dura la vida de los niños que transitan por México y allí se quedan, pero también la de aquellos que cruzan la frontera con Estados Unidos y son detenidos por la policía migratoria. En las últimas semanas cientos de ellos que se alojaban en refugios distribuidos desde Kansas hasta Nueva York despertaron en medio de la noche y fueron embarcados con mochilas y meriendas para realizar un viaje a través de Estados Unidos hasta un nuevo destino: una ciudad de carpas en un lugar desierto al sur de Texas. Hasta ahora, la mayoría de ellos eran alojados en refugios privados o en refugios equipados por las autoridades estadounidenses, con dormitorios compartidos por dos o tres niños, recibían clases escolares y visitas de representantes legales asignados para los casos de inmigración ilegal o irregular. Pero las cosas han cambiado y no para mejor. En las hileras de carpas color arena montadas en Tornillo, Texas, los niños están divididos en grupos de veinte, separados por sexo, y duermen en cuchetas. No hay lecciones ni escuela y el acceso a los servicios legales es limitado.
Estos viajes nocturnos se llevan a cabo en todo el territorio de Estados Unidos hasta que el gobierno federal habilite espacios y lugares adecuados para más de trece mil niños migrantes detenidos, una cantidad que se ha multiplicado por cinco desde el año pasado. El tiempo promedio que los pequeños migrantes transcurren en estas residencias obligadas también se ha duplicado prácticamente desde hace un año, pasando de 34 a 59 días según el Departamento de Salud y Servicios Humanitarios que se ocupa de sus casos. Para hacer frente al aumento de la población de los refugios, que alcanzaron cerca del 90% de su capacidad, se está llevando a cabo una enorme mescolanza. Cada semana se envían cientos de niños alojados en refugios de todo el país hacia el campo en el sur de Texas, llegando hasta el momento a un total de 1.600 desplazamientos. A pesar que el número de cruces mensuales de la frontera ha permanecido prácticamente invariable, el número de niños migrantes detenidos se ha incrementado. El endurecimiento de las políticas implementado por el gobierno de Donald Trump también ha hecho más difícil confiar los niños a los denominados “patrocinadores”, personas que a su vez han sido migrantes indocumentados y que ahora temen poner en peligro su permanencia en Estados Unidos si dan un paso al frente para reclamar a un niño detenido por inmigración ilegal. El riesgo para ellos aumentó en junio, cuando las autoridades federales anunciaron que los potenciales patrocinadores y otros miembros adultos que se encuentran en la misma casa serían fichados y se compartiría la información con las autoridades migratorias.
Pero la situación no es mejor del otro lado de la frontera, en México, donde entre 2006 y 2018 han desaparecido más de 6.600 niños y adolescentes. El dato fue publicado por la Red Nacional por los Derechos de la Infancia (REDIM), que difundió estadísticas oficiales durante un encuentro organizado precisamente para debatir sobre esta plaga social.
Jan Jařab, representante en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dijo que es necesario «superar la invisibilidad del fenómeno de niños y adolescentes desaparecidos», mucho menos monitoreado por los medios que la violencia que originó la guerra contra los narcotraficantes declarada por el gobierno mexicano en 2006. «Hay que trascender la tradición “adultocéntrica”. Los derechos de la niñez no pueden ser considerados como un tema leve, alegre, decorativo» agregó Jařab.
Solo en los últimos seis años, durante el mandato del presidente Enrique Peña Nieto, desaparecieron en el país cinco mil menores, informó REDIM, destacando que la cifra se ha triplicado con respecto al período de la presidencia de Felipe Calderón. En los Estados Federados de México y Puebla se registra el mayor número de desapariciones, que alcanza al 40 por ciento del total.