Todo El Salvador se detendrá durante tres días para honrar la memoria de su obispo mártir, mientras en Roma el Papa Francisco lo proclama santo el domingo 14 de octubre junto con Pablo VI, dos sacerdotes italianos y dos religiosas (una alemana y otra española). Y la Iglesia del país centroamericano ha propuesto que ese sábado previo a la celebración romana los salvadoreños confluyan en la plaza del Divino Salvador para recorrer en procesión durante la noche los cuatro kilómetros que la separan de la catedral, donde se encuentran enterrados los restos del beato Romero. La arquidiócesis de San Salvador acaba de dar a conocer el programa oficial y anunció también que el 13 y 14 de octubre se realizará en el Vaticano un encuentro nacional sobre la figura de Monseñor Romero titulado “Tu pueblo te hizo santo”. Asimismo en la capital del país, San Salvador, donde Romero vivió sus años de obispo y arzobispo y donde fue asesinado en marzo de 1980, se llevarán a cabo las actividades más significativas. El día previo a la canonización habrá testimonios, lecturas en la cripta de la Catedral metropolitana donde se encuentra el mausoleo, un Festival de la juventud en la vecina Plaza Morazán y el acto central, la peregrinación, que consideran será imponente y en la que participarán fieles de otros países de América Central y delegaciones de toda América Latina. En la plaza Gerardo Barrios, junto a la catedral, el “pueblo de Romero” pasará en vigilia la noche entre el 13 y el 14 de octubre, para presenciar luego, en pantallas conectadas con Roma y ubicadas alrededor de toda la plaza, “la buena nueva de la canonización del santo”.
Cabe señalar que tres días antes de la gran manifestación de fe, el 10 de octubre, la misma plaza Divino Salvador del Mundo será escenario del comienzo de otra marcha que terminará frente al Palacio de Justicia, precisamente para pedir justicia para Romero, una justicia terrena que después de casi 38 años del asesinato todavía no se ha hecho totalmente.
“Realmente es una cosa vergonzosa que este magnicidio nunca se haya investigado” afirmó el cardenal Gregorio Rosa Chávez en estos días de preparación. “Recuerdo que el juez Amaya que llevaba el caso tuvo que huir a Venezuela. Cuentan que llamaron a su casa y le preguntaron a su hija adolescente ‘¿de qué color quieres el ataúd de tu padre?’. Porque ese era el estilo de amenazas, o te mandaban coronas de ciprés, para avisarte que ibas a ser el próximo”. El purpurado salvadoreño, nombrado por el Papa Bergoglio, confirmó una vez más la intención de la Iglesia de su país de perdonar a los autores materiales e intelectuales del asesinato. “Nosotros lo hemos sostenido siempre, queremos perdonar, pero pedimos que se conozca la verdad y se haga justicia”.
Interpelado en marzo por Tierras de América, Rosa Chávez relató que «fue monseñor Rivera y Damas, gran amigo y primer sucesor de Romero, quien denunció ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ese asesinato nunca fue investigado a fondo por el gobierno. El gobierno rechazó la denuncia y nunca asumió una responsabilidad explícita y pública. Después de años de litigio, en la última sesión que presencié junto con María Julia Hernández (trabajó con Romero y dirigió Tutela Legal hasta su muerte, N.d.R.) el gobierno, por boca de su representante, concluyó más o menos en estos términos: nos hemos reconciliado, hemos firmado la paz, el caso ha prescrito, hay una amnistía, por lo tanto, archívese. Nosotros afirmamos la necesidad de perdonar, pero con verdad y justicia. Desde ese punto de vista nosotros consideramos que el mensaje de Juan Pablo II en 1997 “Recibe el perdón y ofrece la paz” es un documento clave para una Iglesia como la nuestra, que fomenta la reconciliación. Plantea que hay dos líneas: una habla de perdón y olvido, la otra de verdad, justicia y perdón. En América del Sud se han aplicado ambas; donde se siguió la línea de perdón y olvido el resultado fue un fracaso; donde se siguió – como en Chile – una línea de justicia y perdón, se obtuvieron los mejores resultados. Personalmente agregaría un cuarto término: reconciliación, como en el esquema colombiano».
Rosa Chávez resumió en estos términos la nueva situación creada por la derogación de la ley de amnistía dispuesta por el gobierno. «Hubo una amnistía que decretó el presidente Cristiani en 1993 según el criterio de perdón y olvido. Esta amnistía acaba de ser derogada. Se abrió de nuevo un espacio donde es posible investigar. Nos encontramos en ese punto. Pero sigue siendo una deuda pendiente. La sentencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) pedía tres cosas fundamentales: primero, que el Presidente de la República reconozca públicamente la responsabilidad del estado salvadoreño en el asesinato de Romero, y el presidente Mauricio Funes lo hizo; segundo, que se rindan honores públicos al nombre de Romero, y eso también se hizo, por ejemplo dedicándole el aeropuerto internacional de San Salvador; y tercero que se enseñe a los niños en la escuela la verdadera historia de Romero, pero justamente aquí nos encontramos con la necesidad de aclararla».