Treinta dólares por persona para sumergirse en el oscuro mundo del narcotraficante más famoso – y más letal – del mundo, Pablo Escobar. Era el precio que el turista a la caza de extravagancias debía pagar por una hora de full immersion en la vida de uno de los más famosos y ricos traficantes de drogas de todos los tiempos, conocido como “El rey de la cocaína”. Pero desde hace pocos días ya no será posible, porque las autoridades de la ciudad han dispuesto la clausura del museo que funcionaba en una zona exclusiva de Medellín, en memoria del difunto señor de la droga y que ofrecía los famosos “narcotours”.
El museo era propiedad de Roberto Escobar, hermano mayor del que fuera capo del Cártel de Medellín, conocido con el alias de “Osito”, y ofrecía visitas guiadas en español e inglés. La publicidad de su página de Internet lo presentaba como “el único lugar del mundo donde tendrás la oportunidad de compartir directamente con los familiares más cercanos de Pablo Escobar”.
Los visitantes, en su mayoría extranjeros, tenían acceso a los automóviles blindados que usaba Escobar, una moto acuática que presuntamente pertenecía a James Bond y a escondites secretos en toda la casa, decorada con más de 90 “fotos históricas de la vida de Pablo Escobar y su familia”.
La Secretaría de Seguridad de Medellín y el Ministerio de Turismo se declararon unánimemente en contra del museo Pablo Escobar y dispusieron la clausura del mismo: “Queremos que cuando venga la gente a nuestra ciudad no venga a hacerle apología al delito y a que se llenen de plata precisamente quienes más daño le hicieron al país y a las víctimas”.