La intolerancia entre los católicos en las redes sociales debe preocupar no poco a los obispos de Brasil para dedicarle tanto espacio en su sitio oficial. Precisamente con el título “Intolerância entre católicos nas redes” la página web de la CNBB le da la palabra a un especialista para analizar los alcances de un fenómeno que los prelados del país sudamericano consideran alarmante. El periodista Moisés Sbardelotto es graduado en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, master en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Vale dos Rios dos Sinos y doctorado en la Universidad La Sapienza de Roma. En la primera parte del artículo Sbardelotto observa que “intolerancia, odio, indiferencia. Discriminación, difamación, desinformación” circulan en los social network digitales en general, pero también son actitudes que se pueden encontrar con preocupante frecuencia en las redes de inspiración católica. «La persona que está del otro lado de la pantalla ya no es un hermano o hermana en la fe, sino solo alguien contra el cual se descarga toda la rabia y el rencor personales, camuflados de defensa de la tradición, de doctrina o de liturgia, con citas artificiosamente tomadas de la Biblia y del Catecismo». Nadie se salva de lo que Sbardelotto llama “Tribunal de la Santa Inquisición Digital”, ni siquiera el Papa Francisco o los obispos.
Para fundamentar el peso del fenómeno, el autor cita el mensaje que divulgó la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB) al concluir la última asamblea general en abril de este año, en el cual los obispos ponían en guardia contra la fuerte “politización y polarización” de este momento, “con polémicas en las redes sociales” que van más allá de la libertad de expresión y de un diálogo responsable, que son indispensables”. Pese a la advertencia del episcopado, el autor considera que “cada vez más las redes sociales digitales se están convirtiendo en patíbulos” para encender “hogueras digitales” donde se queman “presuntos herejes”, sobre todo por parte de grupos católicos que arremeten contra todos los que tienen una visión de la Iglesia diferente de la propia, generalmente de una línea preconciliar.
Sbardelotto, comisario extraordinario para la comunicación de la Iglesia de Brasil y consultor de diversos organismos eclesiales en el campo de la comunicación, recuerda que recientemente “el Papa Francisco sintió la necesidad de pronunciarse con autoridad sobre este fenómeno”. Y cita la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate cuando afirma que «También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena. Así se produce un peligroso dualismo, porque en estas redes se dicen cosas que no serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza».
Autor de “E o Verbo se fez rede. Religiosidades em reconstrução no ambiente digital” (Paulinas, 2017) (“Y el Verbo si hizo red. La religiosidad en la reconstrucción del ambiente digital”) y “E o Verbo se fez bit – a Comunicação e a Experiência Religiosa na Internet” (Sanctuary, 2012) (“Y el Verbo se hizo bit – Comunicación y Experiencia Religiosa en Internet”) Sbardelotto identifica una especie de “iglesia paralela digital”, que sospecha de todo lo que vino después del Concilio Vaticano II y considera inconcebible cualquier intento de inculturación de la fe en expresiones populares o situaciones periféricas. «Una Iglesia viva que cambia en un mundo que cambia crea demasiada incertidumbre e inseguridad para ellos. Y para buscar certezas y seguridades, ¿qué mejor que un pasado eclesial mítico y una letra envejecida y rígida de las formulaciones de antaño? “Siempre se hizo así”, afirman, “y así se debe seguir haciendo”… Pero el papado de Francisco va por otros caminos. Él pide una “Iglesia en salida”, en movimiento, en misión».
Sbardelotto observa que “la autoridad digital” de estos católicos fundamentalistas no proviene del conocimiento teológico (universidad) o de la potestad eclesiástica (jerarquía), sino del saber-hacer en los medios y de la habilidad para construir redes capilares. «Muchas veces son personas sin ninguna relevancia ni reconocimiento académicos o jerárquicos, pero que han captado muy bien la lógica de los medios digitales y dominan sus recursos y lenguajes».
Por último, el especialista en comunicación plantea que «todo esto posiblemente supone para la Iglesia el “fin de un mundo”, donde la autoridad institucional también tenía autoridad sobre la comunicación católica, como el imprimatur, que es la autorización de la Iglesia para imprimir un libro, o el nihil obstat, el permiso de la Iglesia para publicar un libro. Pero esos “sellos de garantía” no tienen sentido en un ambiente “desordenado” como el mundo digital, donde el “sello de catolicidad” se lo atribuye cada individuo a sí mismo, a lo que escribe y comparte».