En una inesperada mañana de sol tras largos días fríos y lluviosos, la Iglesia argentina convocó al país que no quiere la ley del aborto a la Basílica nacional de Luján. En primer lugar para rezar – porque la Iglesia cree firmemente en la eficacia de la oración – y para mostrar además a los senadores que la mayoría de la población – y de quienes los eligieron – está en contra del proyecto de ley que aprobó la Cámara de Diputados el mes pasado. En respuesta al llamado de los obispos, una larga columna de ómnibus de la extensa provincia de Buenos Aires desembarcó miles de personas en la explanada frente a la Basílica, a unos sesenta kilómetros de la Capital. El comentador de un canal de televisión observó maliciosamente que llenarían varias veces la Plaza de Mayo, el santuario de las congregaciones peronistas de otros tiempos que en los últimos años raras veces se ha visto colmado.
La convocatoria de Luján es la prueba de que la Iglesia del país del Papa ha decidido una mayor movilización con la apertura del segundo round en la Cámara Alta, después que el proyecto de ley fuera aprobado por los diputados tras un debate extenuante que terminó la noche del 14 de junio, con el golpe bajo de un puñado de legisladores que en pocas horas pasaron del “no” al proyecto, al “sí”.
El enérgico planteamiento del obispo Oscar Vicente Ojea en la homilía que pronunció en la plaza de la Basílica tuvo la misma orientación. Entre todos los argumentos usados en estos meses por el frente de los opositores al aborto, Ojea tomó los que a su juicio deben colocarse en primer plano en las próximas semanas. Comenzó con una dramática afirmación, lamentando que “sería la primera vez que se dictaría en la Argentina, y en tiempos de democracia, una ley que legitime la eliminación de un ser humano por otro ser humano”. Después citó al Papa para contextualizar el aborto dentro del horizonte más amplio de las amenazas contra la vida, en las que deben comprometerse los opositores al aborto con la misma energía: “La defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada porque allí está en juego la dignidad de la vida humana siempre sagrada y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo” afirmó citando la encíclica pontificia Evangelii gaudium. “Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y los ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud y en toda forma de descarte”. El presidente de los obispos argentinos puso el acento en la necesidad de ”encontrar soluciones nuevas y creativas para que ninguna mujer busque recurrir a un desenlace que no es solución para nadie”. Una de estas soluciones creativas, expresamente mencionada en su discurso, son “los centros de recuperación de jóvenes con adicciones, centros barriales y hogares de Cristo” que Bergoglio alentaba en sus años como arzobispo de Buenos Aires y que hoy son casi cien en todo el país, con distintos grados de desarrollo pero todos comprometidos a fondo con la realidad de marginación en la que nace el consumo de droga.
Entre los que escuchaban las palabras de Mons. Ojea en la explanada de Luján se encontraba una buena parte del movimiento de curas villeros que planteó la movilización antiabortista en un sentido que probablemente ni siquiera esperaba el frente opositor, más orientado hacia los argumentos del tradicional movimiento en favor de la vida de cuño político y social conservador. En Luján, al igual que en las manifestaciones periféricas, los 22 sacerdotes que trabajan en las villas de Buenos Aires y sus alrededores, junto con otro centenar que se identifica con ellos a nivel nacional, movilizaron decididamente a los sectores más humildes de la población con la que comparten su suerte, y aportaron al debate contenidos que penetraron profundamente incluso en sectores donde los argumentos a favor de la vida tienen poca incidencia. Ellos mostraron, por ejemplo, la contradicción de aquellos peronistas que atacan a un gobierno que se endeuda por 50 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional y paralelamente aprueban la ley del aborto que propone el presidente Macri, o la contradicción de los que participan del gobierno y declaran estar en contra del aborto pero lo colocan en el orden del día de las prioridades nacionales quitándolo del limbo donde estuvo relegado durante muchos años.
En el último debate legislativo el peronismo se presentó dividido, tal como está dividida la coalición del gobierno. En el frente pro aborto hay quienes propician tiempos de discusión breves para superar de un salto, y con el impulso del resultado en Diputados, los peligros de un segundo debate en un ámbito, el Senado, menos dispuesto a una aprobación tout court. En el frente opuesto hay quienes invocan el veto presidencial y otros que reclaman un referéndum que probablemente daría vuelta la votación con la cual un sector del parlamento argentino aprobó por muy estrecho margen, y no sin la compraventa de consensos, la ley sobre el aborto que el Senado acaba de recibir para un segundo examen.
El principal diario argentino, Clarín, con un poderoso grupo mediático a sus espaldas, apoya la ley del aborto libre y gratuito y ya plantea reservas sobre la legitimidad de un referéndum que se propusiera someter dicha ley al juicio popular. Afirma que no siempre es bueno que, en democracia, “los derechos” – el de una mujer a abortar se considera tal – sean sometidos al plebiscito popular.
Pero quizás no haga falta llegar a vetos improbables de origen presidencial ni a referéndums populares. Actualmente en el Senado el frente de apoyo se encuentra muy lejos de la mayoría necesaria para aprobar lo que votó y aprobó la Cámara de Diputados con dudosa transparencia. Muy probablemente, consumados los anatemas – y los del frente abortista son más belicosos y ruidosos que los provenientes del frente contrario – la ley volverá al punto de partida con una buena cantidad de enmiendas a sus espaldas.