El próximo sábado 30, el Papa Francisco recibirá en audiencia, y será el sexto encuentro personal, a Evo Morales, presidente de Bolivia. El mandatario llegará a Roma en las próximas horas porque ha decidido acompañar al nuevo purpurado de su país, Toribio Ticona Porco, a quien el Santo Padre creará cardenal junto con otros 13 sacerdotes el jueves 28, en su quinto Consistorio ordinario público.
Esa misma mañana del 30 de junio, el Pontífice recibirá también a dos importantes prelados de Nicaragua – el cardenal Leopoldo Brenes y Mons. Rolando Álvarez – cuyo país se encuentra sumido en un gravísimo conflicto sociopolítico que ha dejado más de 200 muertos en dos meses y donde la Iglesia local, por pedido de las partes, preside una “Mesa de diálogo” y testimonio que hasta el presente ha dado muy escasos frutos. De hecho, las sesiones de la Mesa se suspendieron hace más de una semana.
Concretamente, el comunicado oficial del Episcopado de Nicaragua dice que el Pontífice recibirá dentro de cuatro días al arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes – quien obviamente participará también en el Consistorio del jueves – junto con el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez. Durante la ausencia del cardenal Brenes, si fuera necesario, la Mesa estará encabezada por el obispo de León, Mons. Bosco Vivas.
Hasta el presente, las cuestiones centrales que bloquean cualquier progreso en el diálogo, aunque los contactos a distancia continúen, tal como ha ocurrido en estas últimas doce horas, son dos. Una es la fuerte e intensa represión del gobierno de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, Vicepresidente, en la que cada vez con mayor frecuencia intervienen fuerzas militares no identificadas, verdaderas bandas paramilitares que muchos observadores internacionales asocian con la denominada “juventud sandinista”.
La otra cuestión, decisiva, que será también el tema central del diálogo con el Papa, es la democratización del país. Lo que en realidad todas las oposiciones sociales, políticas, culturales y económicas están pidiendo, de manera insistente y sin ninguna disponibilidad para negociar, es el fin del gobierno Ortega-Murillo, que constitucionalmente debe continuar hasta 2021.
Por medio de una carta escrita que entregaron durante un encuentro personal, la cúpula del Episcopado solicitó al Presidente hace algunas semanas que anticipara las elecciones presidenciales de 2021 a 2019, para dar una salida a la enorme presión de las oposiciones y evitar de esa manera – en la medida de lo posible – que se declare una guerra civil. Los prelados están preocupados porque ven, como explicarán al Papa, que la pequeña y pobre nación centroamericana ya se encuentra de hecho en una especie de trágica guerra civil, con 3,3 muertos por día.
Entre tanto, Ortega, finge no haber escuchado nada. Más aún, responde sobre cualquier tema, pero respecto de este pedido de los obispos en nombre de las oposiciones, el Presidente calla y calla todo su entorno, generalmente muy locuaz.
En la memoria de todos, y en particular del Papa, de la diplomacia vaticana y de la Iglesia de Nicaragua, está muy vivo el recuerdo – y duele como cualquier fracaso – de la trampa que Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela – país que vive un conflicto semejante en muchos sentidos al nicaragüense desde hace más de seis años – tendió a las buenas intenciones, la disponibilidad y los “buenos oficios” de la Santa Sede. En esa oportunidad Maduro usó y abusó de la buena fe y la generosidad de la diplomacia del Vaticano y del mismo Pontífice, y por eso al final eligió el camino de negar los compromisos asumidos, limitando la performance de la Sede Apostólica a las necesarias exhortaciones a la paz y al diálogo y dejando la gestión de la crisis en manos de la Conferencia Episcopal de su país.
En el caso de Nicaragua, desde el comienzo de la crisis la Sede Apostólica evitó caer en las circunstancias de Venezuela y por esa razón el Episcopado local tuvo y tiene la palabra final. Ahora se trata de consultar al Papa sobre la perspectiva de un posible futuro muy difícil y peligroso: retirarse de la Mesa de Diálogo si Ortega no anticipa las elecciones presidenciales y dejar que el país desemboque en una guerra civil, lo que implica un grave peligro para toda la región centroamericana que Francisco se dispone a visitar en enero del año que viene para la JMJ en Panamá.