Increíble pero cierto. Por lo menos en Brasil, el número de sacerdotes va en aumento. El sobresalto de sorpresa lo registraron esta vez los medios de comunicación de “la otra mitad de América Latina”, la que habla portugués, quienes notaron el spread hacia arriba en las escuetas estadísticas del Ceris, alias “Centro de Investigaciones Sociales y Estadísticas Religiosas” de la Conferencia Nacional de obispos del país sudamericano.
Y así es. Las estadísticas del Instituto de Investigación muestran que se ha pasado de 24.600 sacerdotes registrados en 2014 a 27.300 en la actualidad.
No es que se hayan llenado las aulas vacías de los seminarios, no es que se vuelvan a abrir las que cerraron en los últimos veinte años, pero dos mil setecientos sacerdotes más no son pocos, aunque el déficit del clero local sigue siendo alto, considerando que el país tiene una población que roza los 210 millones de habitantes. Y la extrema necesidad de sacerdotes se pone de manifiesto en el último “Annuarium Statisticum Ecclesiae” 2015, publicado por el Departamento de estadísticas de la Iglesia, que ubica a Brasil en el primer lugar dentro del grupo de países con más alto número de católicos bautizados, 172,2 millones, el 26,4% del total de los católicos de todo el continente americano.
Pero incluso así, haciendo las debidas proporciones, el impacto en la Iglesia resulta notable, porque los casi tres mil sacerdotes adicionales llevan la relación sacerdotes-habitantes de 8.130 a los actuales 7.802.
El aumento de sacerdotes no es el único dato que llama la atención en el estudio del mencionado Instituto de investigación relacionado con la Conferencia Episcopal de Brasil. Otro índice que se destaca es el incremento de la edad promedio de los sacerdotes, señal de que las vocaciones, incluso la decisión de entrar en el seminario, maduran a una edad más adulta de los candidatos al sacerdocio. “Las personas adultas” comenta el sitio de la iglesia brasileña “llegan más conscientes de su propia vocación, con un mayor bagaje de experiencias”. En pocas palabras, los que optan por el sacerdocio “no son jóvenes que tratan de descubrir algo”.
Es difícil decir si la tendencia al incremento de sacerdotes en el Brasil que se dispone a discutir, en el próximo Sínodo Pan amazónico, la grave situación de miles de comunidades indígenas que muy raramente tienen contacto con un sacerdote o directamente no lo tienen, es irreversible o conservará la misma orientación ascendente que ha registrado en los últimos tres años. Pero de todos modos sigue siendo una buena señal para un país donde el movimiento neo pentecostal se ha difundido ampliamente a lo largo y a lo ancho cosechando consensos masivos y todavía no da señales de retroceso. Y también es una buena señal si se considera que el fenómeno del renacimiento de las vocaciones ocurre en una parte de América Latina donde históricamente los cuadros de la Iglesia han sido, y siguen siendo, los más socialmente comprometidos de todo el continente.