Fue hace 25 años, el 24 de mayo de 1993, en el estacionamiento del Guadalajara International Airport. Un grupo de personas cuyos nombres nunca se supo y por tanto siguen impunes, en pocos segundos y con una potencia de fuego impresionante mató al arzobispo de la ciudad, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, tercer cardenal asesinado en los últimos 95 años. El arzobispo fue víctima de una ejecución en toda regla, mientras se encontraba de pie junto a su automóvil recibió 14 impactos de bala. El estilo remitía directamente al narcotráfico, al que Posadas Ocampo combatía desde siempre con fuerza. Se descubrió en seguida que los mandantes del homicidio eran Juan Francisco Murillo Díaz, alias “El Güero Jaibo”, y Édgar Nicolás Villegas, alias “El Negro”, cabecillas del Cártel de Tijuana, uno de los más temibles en el México de aquellos años.
A pesar de que los mandantes fueron identificados poco después del asesinato del purpurado, hasta el día de hoy, tantos años después, ni ellos ni los ejecutores materiales fueron entregados a la justicia, lo que ha sido reiteradamente denunciado por otros cardenales mexicanos como Juan Sandoval Íñiguez y Francisco Robles Ortega. Por sus denuncias y su oposición a los cárteles del narcotráfico, Juan Jesús Posadas Ocampo fue incorporado por Juan Pablo II a la larga lista de mártires del siglo XX.
El cardenal Posadas Ocampo murió junto a su automóvil cuando estaba en el aeropuerto de Guadalajara para recibir al Nuncio Apostólico Mons. Girolamo Prigione. En 1978 Mons. Prigione había sido nombrado Delegado Apostólico en México y en 1992, cuando se restablecieron las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, asumió el cargo de Nuncio. Por otra parte, fue el mismo Mons. Prigione – que tuvo al comienzo un rol involuntario en los trágicos hechos – quien ordenó al obispo salvadoreño Óscar Romero el 21 de junio de 1970, próximo santo de la Iglesia Católica a partir del próximo 14 de octubre y mártir de la fe.
En el momento de su muerte el cardenal Posadas Ocampo tenía 67 años y era también Vicepresidente del Celam. Nacido en Salvatierra el 10 de noviembre de 1926, Pablo VI lo nombró obispo de Tijuana el 21 de marzo de 1970 y luego Juan Pablo II lo trasladó a la diócesis de Cuernavaca el 28 de diciembre de 1982. Algunos años más tarde el Papa polaco lo nombró arzobispo de Guadalajara (15 de mayo de 1987). Por último el mismo Wojtyla lo creó cardenal en el Consistorio del 28 de junio de 1991. El cardenal Posadas Ocampo gozaba de enorme prestigio dentro y fuera de la Iglesia en la región latinoamericana y muchos consideraban que era un probable candidato para ser arzobispo de la arquidiócesis de Ciudad de México, una de las más importantes del continente americano.
Inmediatamente después del asesinato se plantearon dos hipótesis sobre los motivos del crimen y ambas siguen vigentes hasta la actualidad. Una, avalada por Mons. Prigione (y también por la Policía, el Procurador General de la República de aquel momento Jorge Carpizo y el gobierno del Presidente Salinas de Gortari), consideraba que era un accidente, porque el purpurado había quedado en medio de un ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes. En pocas palabras, Posadas Ocampo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, o bien fue víctima de una confusión de persona (debido a sus rasgos, altura y corpulencia semejantes a un conocido narcotraficante). La Procuraduría General de la República mexicana abonó la tesis del enfrentamiento entre narcotraficantes afirmando que los hechos habían ocurrido mientras una banda trataba de matar al jefe rival, conocido como el “Chapo” Guzmán.
La otra hipótesis, sostenida por numerosas personas, cardenales, arzobispos y obispos, amigos de la víctima y parte de la prensa local e internacional, así como las autoridades del Estado de Jalisco, se inclinaba abiertamente por el crimen deliberado, con el propósito de eliminar a un pastor que muchas veces había condenado la industria de la droga y los cárteles de la coca. En los años posteriores ocurrieron algunos hechos nuevos de considerable importancia. El ex arzobispo de Ciudad de México, cardenal Norberto Rivera, declaró en 2002: “Puedo confirmar que todo el episcopado ha votado por unanimidad una petición al gobierno para reabrir el caso, porque todavía quedan muchas dudas serias sobre la muerte del cardenal. Personalmente creo que hubo un complot, que se trató de un homicidio intencional y que hay muchos aspectos que nunca se aclararon”. Por otra parte, el 24 de mayo de 1999 la Procuraduría general y el nuevo Procurador, junto con el Estado de Jalisco y los obispos mexicanos, confirmaron lo que siempre habían dicho: el cardenal no fue víctima de ningún enfrentamiento ni de una confusión de persona.
Posadas Ocampo es el tercer purpurado asesinado en los últimos 90 años. El primero, en 1923, fue el español Juan Soldevilla y Romero (Fuentelapeña, 20 de octubre de 1843 – Zaragoza, 4 de junio 1923), asesinado por el grupo anárquico “Los Solidarios” de Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti. El segundo fue Emile Biayenda (Mpangala, 1927 – Brazzaville, 23 de marzo de 1977), cardenal de la República del Congo, arzobispo de Brazzaville. Lo mataron la noche entre el 22 y el 23 de marzo de 1977, a los 50 años de edad, durante los desórdenes que se produjeron en el Congo a raíz del asesinato del Presidente Ngouabi.