Nubes cada vez más negras se acumulan sobre los dos grandes mercados mundiales que alimentan el movimiento de mercadería que entra y sale por el canal de Panamá. Observadas con creciente preocupación por las autoridades del país del istmo, que precisamente en base al canal ha construido su prosperidad.
Los números hablan con claridad. Panamá es, literalmente, el puente comercial entre las dos potencias económicas, Estados Unidos y China. La ya volátil economía mundial podría tambalear si se produjera un enfrentamiento entre dos mercados de esta envergadura, acarreando graves consecuencias en los balances de la vía interoceánica más importante entre el Atlántico y el Pacífico.
Estados Unidos es el principal usuario del Canal y China el segundo, así como el origen y el destino de la mercadería que transita entre los dos océanos. Considerando además que la mayor parte del tráfico comercial es entre los dos países, que venden, compran y mueven la mercadería en una y otra dirección. En consecuencia, una guerra comercial entre ambos tiene consecuencias directas en el Canal, por donde pasan enormes volúmenes de bienes, manufacturados y servicios. Y el proteccionismo, ya se sabe, es una forma de guerra comercial, cuya primera consecuencia es una contracción de los flujos comerciales.
Por eso en Panamá se observa con alarma el enfrentamiento comercial planteado en la sede de la Organización mundial del comercio entre Estados Unidos y China. Todavía es demasiado pronto para prever las consecuencias, pero las autoridades que administran el Canal están seguras de que vendrán y que el impacto en el Canal dependerá de las dimensiones que alcance el conflicto entre USA y China, desde los rubros que sean “protegidos” por los incrementos de la alícuota a las importaciones hasta la contracción del volumen de mercadería en tránsito, así como de la mayor o menor capacidad que tenga el gobierno de Panamá para atraer el tráfico de mercados compensatorios.