En Colombia hay una pastoral para todo y la dedicada a las víctimas de las minas no podía faltar. Especialmente porque el problema es serio y tendrá que pasar todavía mucho tiempo antes de que se resuelva. Entre tanto, las minas sembradas a manos llenas durante los años del conflicto siguen matando gente. Sin contar los que quedan mutilados y en la mayoría de los casos no pueden trabajar ni mantener su familia, cuando se trata de un adulto.
Las minas fueron sembradas por todas partes en Colombia: en la selva para proteger los campamentos guerrilleros y en las inmediaciones de los pequeños pueblos para que la población local no los abandonara. No se sabe exactamente cuántas hay, pero el gobierno calcula que quedan aproximadamente 688 de tipo común, pequeñas o medianas. Más precisos son los números de los muertos y heridos por la explosión de minas antipersonales en los últimos 25 años: 11.139 víctimas, registradas por las estadísticas sanitarias nacionales.
La Iglesia colombiana se hizo cargo del problema y en colaboración con la “Campaña colombiana contra minas” puso en marcha un proyecto que ha beneficiado a 11.799 personas de manera directa y a más de 47.196 indirectamente, vale decir, a 58.995 personas en total.
«Este es un proyecto que está enmarcado en los lineamientos de la Política de Acción Integral Contra Minas Antipersonal y se viene implementando hace 10 años con el apoyo de Caritas Alemana” dice en el sitio de la Conferencia Episcopal de Colombia. “Consiste en reducir el riesgo por accidentes en las comunidades que han presentado afectación, así como también acompaña en diferentes líneas (ayudas complementarias, psicosocial y jurídica) a los sobrevivientes y familiares, complementando la atención del Estado en los departamentos de Nariño y Caquetá”.
El proyecto cubre 60 comunidades en 12 municipios de Nariño: Policarpa, Tumaco, Barbacoas, Santacruz, Los Andes, Cumbitara, La Llanada y Samaniego; y de Caquetá: La Montañita, San José del Fragua, El Paujil, San Vicente del Caguán y Puerto Rico.