Una marcha multitudinaria como no se veía desde hace mucho tiempo en un país acostumbrado a las grandes marchas. Decenas de miles de argentinos salieron a las calles para manifestarse “por la vida”, y por lo tanto, “contra la propuesta de liberalización del aborto” que comenzará a discutirse en el Congreso Nacional inmediatamente después de Pascua. Probablemente ni los mismos organizadores esperaban tanta gente, entre otras cosas porque los medios de comunicación casi no se hicieron eco de los preparativos, por otra parte bastante improvisados, que se difundieron a través de las redes sociales. Pero en el soleado domingo porteño – como suelen llamar a los nacidos en Buenos Aires – una corriente ininterrumpida de participantes fue confluyendo en las primeras horas de la tarde hacia la calle Sarmiento, una de las más importantes de la ciudad, para desembocar después en la Avenida del Libertador, la arteria que atraviesa la ciudad de norte a sur.
Familias con niños, sobre todo, y muchos jóvenes, pero también muchas personas de condición humilde. Ningún eslogan político, ninguna pancarta identificada con partidos, movimientos u organizaciones de un color determinado. Muchas banderas argentinas, carteles a favor de la vida, de su completo desarrollo en cada una de sus etapas; ninguna criminalización de las madres que abortan, víctimas de su propia decisión y tantas veces abandonadas por las estructuras públicas; se debe proteger “la vida de los dos”, afirmaban muchas pancartas. “Ni uno menos”, decían otras tantas, en alusión a las campañas contra el femicidio que en Argentina también tiene números ascendientes.
La escena de Buenos Aires se reprodujo en cientos de ciudades de las principales provincias argentinas, entre ellas importantes capitales como Córdoba, Santa Fé, Mendoza, Rosario, Bahía Blanca, Resistencia, Concordia, Paraná, Mar del Plata, Río Grande y Ushuaia, el punto más extremo del continente en dirección a la Antártida.
Las palabras que escribió el Papa Francisco en la carta del 16 de marzo a los argentinos fueron recibidas como un apoyo decisivo, y aquel “Pido por todos ustedes, para que sean canales del bien y la belleza, para que puedan hacer su aporte en defensa de la vida y de la justicia…” como un respaldo para no bajar los brazos con resignación. Los obispos argentinos que adhirieron a la manifestación evidentemente consideran que la batalla no está completamente perdida, como ocurrió en Europa en los años ’90, cuando los proyectos de despenalización y liberalización que se presentaron en los Parlamentos de los distintos países no hacían más reconocer una conciencia colectiva que ya había cambiado y una concepción pro vida minoritaria incluso en los ambientes legislativos. La Iglesia argentina cree en cambio que el Congreso y los legisladores que comenzarán a discutir los diferentes proyectos de ley, con diversos grados de permisividad, todavía pueden ser condicionados por la presión de la gente en la calle y por una opinión abiertamente expresada que censura tales políticas. Si en las filas de la oposición de matriz peronista por lo general se desaprueba la liberalización – distinto es el caso de la despenalización del aborto, sobre lo que prácticamente existe consenso – en las fuerzas de la coalición que llevó a Macri a la presidencia también hay desacuerdo, representado por figuras de primer plano que antes, durante y después de las marchas del domingo afirmaron que eran contrarias al aborto “a título personal”. De esa opinión es el mismo presidente Macri, pero también la poderosa y popular gobernadora de la provincia argentina con mayor población – Buenos Aires, que tiene 17 millones de habitantes – María Eugenia Vidal, el Jefe de Gabinete de Ministros del gobierno, Marcos Peña, el senador Esteban Bullrich, ya ministro de Educazione, y hasta Elisa Carrió, una aliada clave de la coalición que expulsó al matrimonio Kirchner de la Casa Rosada.
Una toma de posición de mucho peso que fue anterior a la marcha pero tuvo gran influencia provino precisamente de aquellos sectores más humildes que la liberalización del aborto pretende emancipar de la inseguridad de prácticas clandestinas. Los 22 sacerdotes que trabajan en las villas miseria de Buenos Aires suscribieron y difundieron un documento que tuvo incluso más incidencia en la opinión pública que las convocatorias pro vida. En el texto relevan que el tema del aborto no estaba presente en la plataforma electoral del gobierno del presidente Macri y que “algunos planteos de otros sectores sociales —creemos que este [del aborto] es uno de ellos— toman a los pobres como justificativo para sus argumentos”, con el propósito de dejar en claro que la necesidad que se aduce en los proyectos de liberalización no es una exigencia que se advierta en sus ambientes: “Se habla de la tasa de mortalidad por aborto de las mujeres de los barrios más pobres – observan en el documento, pero “lo primero que hay que hacer en nuestros barrios es luchar contra la pobreza con firme determinación y en esto el Estado tiene las mejores herramientas. Con casi un 30% de pobres —detrás de los cuales hay rostros e historias— hay discusiones que debieran priorizarse” declaran, aludiendo al hecho de que el aborto no es una de ellas.