El Papa Francisco hará este sábado una peregrinación a Pietralcina y San Giovanni Rotondo. Un acto de devoción al santo estigmatizado, el padre Pío. Alguien podría preguntarse ¿qué tiene que ver el fraile confesor y taumaturgo con otros sacerdotes que Francisco propone como modelo en sus viajes por Italia: el padre Milani, el padre Mazzolari, el padre Tonino Bello? Si tomáramos como referencia los viejos esquemas, la barba hirsuta del padre Pío no encontraría espacio en la misma galería de retratos, junto a la frente con entradas del párroco de Barbiana.
Ponerlos juntos, por razones opuestas pero en el fondo iguales, escandalizaría tanto a tradicionalistas como progresistas. Los primeros afirmaban que sacerdotes como don Milani eran la encarnación de todas las herejías del Vaticano II. Los segundos subestimaban al padre Pío como expresión de una religiosidad popular anticuada. Sin embargo, Francisco los pone juntos. Sin advertir ninguna discordancia, más aun, descubriendo instintivamente los rasgos que tienen en común.
Eran hombres de Dios, que ardían de amor por Cristo. Eran temperamentales, libres, siempre ellos mismos, con su santa brusquedad. Eran pastores cercanos a la gente, no curas de salón. Se podría agregar: ambos tuvieron que soportar grandes vejaciones en los ambientes clericales pero no perdieron su paz por eso; es más, la obediencia los hizo aún más libres y semejantes.