CLERO ARMADO. Arrestaron a un sacerdote mexicano con un revólver de grueso calibre. Declaró que lo llevaba para defensa personal porque había recibido reiteradas amenazas

Padre Francisco Santos Arcos Pérez
Padre Francisco Santos Arcos Pérez

A este punto ha llegado la situación, y puede seguir empeorando. Un sacerdote mexicano fue arrestado porque lo encontraron en posesión de una pistola, aparentemente de grueso calibre. Se llama Francisco Santos Arcos Pérez, tiene 43 años y es el “responsable de la iglesia católica Nuestra Señora de Guadalupe” ubicada en el centro urbano de Villa Chontalpa, el tercero más importante del municipio de Huimanguillo en el estado de Tabasco. El sacerdote declaró a la policía que llevaba el revólver para defenderse de eventuales ataques, ya que había sido amenazado muchas veces e incluso intentaron secuestrarlo.

La noticia fue reproducida por la prensa mexicana aunque ésta no proporciona muchos detalles. En compensación, muestra la foto de un sacerdote regordete y de aspecto pacífico. El diario La Prensa de Ciudad de México habla de “tremendo pistolón, calibre .357” al alcance de la mano del sacerdote, detenido por la policía “mientras viajaba a bordo de una Jeep Liberty, con placas de la Ciudad de México”. “Este hombre de Dios” sigue diciendo la crónica, “dijo que era para su seguridad ante las constantes amenazas, pero eso no le valió para marcharse y como cualquier mortal fue fichado y se le confiscó la fusca”.

No especifican la manera como obtuvo el arma – cosa que, por otra parte, resulta muy fácil en México –, si estaba legalmente registrada ni si el portador tenía permiso para llevarla. Pero relacionar la noticia del sacerdote armado con el “clericidio” mexicano de los últimos tiempos, resulta obvio. El estado de Guerrero, donde se encuentra la ciudad turística de Acapulco, es la zona del territorio mexicano más letal para los sacerdotes. A comienzos de febrero fueron asesinados los padres Germain Muñiz García, de 39 años, párroco de San Cristóbal en la pequeña ciudad minera de Mezcala, diócesis de Chilpancingo-Chilapa, e Iván Añorve Jaimes, de 37 años, párroco de la Sagrada Familia en San Marcos, arquidiócesis de Acapulco. Las dos muertes son solo las últimas de una larga cadena de sangre que enlaza la muerte violenta de 21 sacerdotes desde 2012 hasta la actualidad, seis de los cuales en el mismo estado de Guerrero donde fue detenido el padre Francisco Santos Arcos Pérez.

Pero el hecho de vivir en el país más peligroso del mundo para un sacerdote no justifica la decisión de usar armas para proteger solitariamente la propia vida. Y no solo porque no es eficaz – los criminales conocen su oficio mejor que un cura inexperto con un revólver en la mano – sino porque la condición de sacerdote que vive en y con un pueblo que sufre la violencia de la criminalidad organizada, y la de los narcos en particular, debe identificarlo con la condición de los más indefensos y con su suerte. Y junto con ellos luchar con las armas de la fe para que haya más justicia y seguridad para todos.

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