Bautismo con sangre. El mismo día que en Ciudad de México se celebraba la toma de posesión de Carlos Aguiar como cabeza de la gran arquidiócesis mexicana, tras 22 años de gobierno del cardenal Rivera Carrera, en el estado de Guerrero, poco menos de doscientos kilómetros al sur, se consumaba la espantosa masacre de dos jóvenes sacerdotes. Volvían de Juliantla, una pequeña población en las montañas del estado de Guerrero, informan los diarios mexicanos, donde habían participado el domingo de la fiesta de la Candelaria, muy popular en México.
Murieron el padre Germain Muñiz García de 39 años, párroco de San Cristóbal en Mezcala, diócesis de Chilpancingo-Chilapa, y el padre Iván Añorve Jaimes de 37 años, párroco de La Sagrada Familia, municipio de San Marcos, arquidiócesis de Acapulco. Dos de los laicos que viajaban con ellos se encuentran heridos y una tercera persona resultó ilesa. El padre Iván era conocido en la región por su pasión por la música y escribía canciones religiosas que cantaba en las poblaciones de Guerrero ofreciendo pequeños conciertos testimoniales; tenía también un canal en You Tube donde había publicado algunos videos.
La masacre ocurrió pocas horas después de la ceremonia solemne en la Basílica de Guadalupe, en la que monseñor Carlos Aguiar Retes, ex secretario y vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y posterior presidente de la Conferencia Episcopal de México, tomó posesión de su nuevo cargo, para el que había sido designado por el Papa Francisco en diciembre de 2017, sucediendo al cardenal Norberto Rivera Carrera. Un pasaje de la homilía del nuevo arzobispo pareció casi una profecía de lo que estaba a punto de ocurrir: “Hoy nos abruman situaciones que violentan la justicia y la paz, agresiones que denigran nuestra condición de hermanos y que fomentan una vida de confrontación, discriminación, de menosprecio a la dignidad humana”, dijo Aguiar ante miles de fieles. Las cifras, lamentablemente, no hacen más que darle la razón: 2017 ha sido considerado el más sangriento de los últimos veinte años, con 25.339 homicidios registrados, muchos de los cuales son el resultado de enfrentamientos entre bandas criminales organizadas u operativos de la policía militar para combatirlas.
La muerte del padre Germain y del padre Iván se suma a la larga cadena de sangre que enluta al clero mexicano. Con las dos últimas muertes, en efecto, sube a 21 el número de sacerdotes asesinados en México desde 2012, y 6 de ellos en el estado de Guerrero.
Hace poco menos de un mes se publicó un libro – “Tragedia y crisol del sacerdocio en México” – que reúne las biografías, las historias y el fin prematuro de tantos “caídos con sotana” en el México contemporáneo. El libro es fruto del trabajo del Centro Católico Multimedial de la capital mexicana, que desde hace años lleva a cabo una atenta obra de información – y en muchos casos de contrainformación – sobre la violencia que sufre el clero en este lugar del mundo. El libro hace un análisis de las causas y de las consecuencias de estos crímenes que hace ya tiempo llevaron al país azteca a convertirse en el más peligroso del mundo para el que viste una sotana. La argumentación central resulta convincente. «Estos crímenes no son por odio a la fe, sino por la prédica religiosa que hace frente al “poder” de las bandas criminales». Que luego la misma fe inspire misericordia para el pecado humano e intransigencia contra las prevaricaciones de los violentos contra los más débiles, no hace más que incrementar el odio contra los religiosos por las creencias que profesan.
En una entrevista al principal diario de México, Proceso, el sacerdote paulino Omar Sotelo, director del Centro Católico Multimedial, plantea un análisis de conjunto y habla de “clericidio” con números en la mano. Baste pensar que en los seis años del ex presidente Felipe Calderón, entre 2006 y 2012, hubo 17 sacerdotes asesinados y “en la mayoría de los casos – dice el libro – se tienen escasos avances en las indagatorias para conocer cuáles fueron las razones que llevaron a los victimarios a perpetrar homicidio contra estas personas”. En los años siguientes, entre 2012 y hasta el final de 2017, la situación no hizo más que agravarse y el número de sacerdotes asesinados subió a 19, más un religioso. Solo en 2017 mataron cuatro sacerdotes. Con Germain Muñiz García e Iván Añorve Jaimes ahora suman seis.